¡Dios que ricas! No hay nada como las conservas caseras.
Hace años, hacíamos montones con las frutas de los árboles de mis padres y con otras que intercambiaban con los vecinos: "yo te doy peras que tengo muchas y tu me das membrillos que yo no tengo" y era una delicia ver tantos tarros colocaditos de mermeladas, confituras y frutas en almíbar.