Es evidente que, si perteneces a una religión determinada, tendrás que respetar las reglas establecidas: judíos y musulmanes, por ejemplo, no comen carne de cerdo y en ese caso se trata de una práctica que forma parte de la fe.
Ahora bien, el mundo está viéndose inundado por una onda de "purificación" mediante la comida: los vegetarianos radicales miran a las personas que comen carne como si fueran responsables del asesinato de animales. Ahora bien, ¿es que las plantas no son también seres vivos? La naturaleza es un ciclo constante de vida y muerte y algún día seremos nosotros los que vayamos a alimentar la tierra: por tanto, si no perteneces a una religión que prohíba determinado alimento, come lo que te pida tu organismo. Quiero recordar aquí la historia del mago ruso Gurdjeff: de joven, fue a visitar a un gran maestro y, para impresionarle, sólo comía verduras.
Una noche, el maestro quiso saber por qué tenía una dieta tan rígida y Gurdjeff comentó: "para mantener limpio mi cuerpo". El maestro se rió y le aconsejó que interrumpiera inmediatamente esa práctica: si seguía así, iba a terminar como una flor en el invernadero... muy pura, pero incapacitada para resistir los desafíos de los viajes y de la vida. Como decía Jesús: "El mal no es lo que entra, sino lo que sale de la boca del hombre".