Balluch no es claro acerca de cómo, exactamente, tendrá lugar esta transformación. En ciertos parágrafos, parece sostener que la regulación del bienestar animal eventualmente tornará tan caros a los productos animales, que la gente no tendrá más elección que no sea convertirse en veganas. Sin tener en cuenta que ese escenario asume que un público a quien no le interesa la abolición va a apoyar la reforma regulatoria incremental que, afirma Balluch, conducirá a la abolición, la regulación bienestarista, como explico abajo, generalmente incrementa la eficiencia económica de la explotación animal y no aumenta el costo de producción. Y dada la realidad del “libre-comercio”, “aún si la regulación aumentase el costo de producción y los precios, habría productos importados más baratos para satisfacer la demanda.
En otros pasajes, Balluch parece afirmar que apoyando la reforma bienestarista, la gente eventualmente comprenderá que el uso de animales está mal en sí mismo. Esto es, si nosotros alentamos a la gente a creer que la explotación de los no humanos es moralmente aceptable porque está regulada, ellos eventualmente terminarán viendo que no es moralmente aceptable en absoluto. ¿Por qué piensa Balluch que reforzar el punto de vista de que el uso de los animales es moralmente aceptable llevará al eventual fin del uso de los animales? Balluch afirma que las campañas bienestaristas ayudan a que la gente se sensibilice con el sufrimiento animal. Pero un número abrumador de personas ya acepta y lo hace desde hace mucho tiempo, que es moralmente erróneo imponer sufrimiento “innecesario” a los animales. No hay evidencia empírica de que esto haya llevado hacia la dirección abolicionista.
El argumento de Balluch para demostrar porqué la educación “sólo puede fracasar” no es, en absoluto, un argumento. Él meramente da por sentada la cuestión sin que quede probada, afirmando que precisamos apoyar el bienestar animal porque precisamos apoyar el bienestar animal.
Encuentro difícil creer, sino imposible, que si el movimiento, en vez de hacer campañas por la reforma bienestarista, hubiera decidido invertir en la promoción del veganismo de una clara e inequívoca manera, los cientos de millones (quizás billones) de dólares que ha gastado a lo largo de décadas en EE.UU solamente, no habría cientos de miles veganos más que los que hay en la actualidad. Esto constituiría la fundación de un movimiento político que podría buscar una protección significativa para los intereses animales, incluyendo la prohibición del uso de los mismos.
Finalmente, el ensayo de Balluch prove un ejemplo excelente de cómo los defensores de los animales marginalizan la posición vegana. Balluch hace un gran esfuerzo para explicar cuán difícil es ser vegano en una sociedad no vegana. En cualquier caso, dado que los defensores de los animales presentan el veganismo como un sacrificio extremo que convierte a la gente en un “mártir” por los animales o en un “fanático”, ellos no incentivarán a otros a convertirse en veganos. He sido vegano por 26 años. No lo considero como ningún sacrificio y los alimentos básicos para una dieta vegana están disponibles casi en cualquier lado. No me siento más tentado de comer productos animales por el hecho de vivir en una sociedad especista de lo que me sentiría a hacer cualquier otra cosa que considero fundamentalmente errónea en el plano moral.
Incluso si Balluch estuviera acertado en la cuestión de que la gente no siempre cumplirá con su compromiso con el veganismo, esto no debería determinar lo que nuestro mensaje debe ser. El hecho de que el racismo, el sexismo y el heterosexismo todavía estén presentes en nuestra cultura no significa que debamos alterar el mensaje y condonar estas formas de discriminación porque mucha gente todavía las practica.
La irrelevancia del público
Balluch afirma que el público es irrelevante para la lucha por los derechos animales porque el conflicto es “entre el movimiento por los derechos animales y las industrias de animales”. El público en general es irrelevante. El público simplemente “seguirá con la corriente y vivirá el modo de vida que le demande menos resistencia”
Aunque es cierto que el capitalismo vive de manufacturar los deseos que surgen en el público, la noción de que “las industrias de animales” son el motor principal para la explotación animal es absurda. Las industrias de animales existen porque el público demanda los productos animales. Si el público parara de demandar productos animales, aquéllos que tienen capital invertido en el negocio animal transferirían ese capital hacia cualquier otro lugar.
Hay poca, si alguna, evidencia empírica de que el público toleraría cualquier desafío real a su capacidad para consumir productos animales. El público puede apoyar reformas superficiales que no provoquen un aumento significativo en los precios, particularmente cuando productos más baratos puedan ser importados, pero Balluch está eludiéndose a sí mismo si piensa que su estrategia de legislar el veganismo a través de la reforma bienestarista –incluso si eso fuese posible en términos prácticos–, sería aceptada por el público, antes de que el público estuviera convencido de que el uso de los animales es inmoral. Además de eso, la noción de que el movimiento por los derechos animales es capaz –sin el apoyo activo del público–, de ejercer la presión necesaria para cualquier cambio significativo indica una profunda falta de entendimiento del proceso político.
El efecto económico de las reformas del bienestar animal
Balluch afirma que “al menos es posible –incluso si aún no tenemos datos para probarlo–, que una sociedad evolucione políticamente desde el uso de los animales hacia los derechos animales, a través del bienestar animal” Supone que las reformas de bienestar animal, debilitan la industria animal y bajan la demanda de los productos animales al hacerlos más caros, y hacen que la gente opte por las alternativas veganas.