Este es un artículo muy interesante en el que se critica la estrategia basada únicamente en la defensa de objetivos abolicionistas (activismo de vía única), y se defiende una estrategia en la que se combinen la lucha por la abolición y la defensa de reformas que beneficien a los animales.
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Una pandilla vociferante y a veces intimidatoria está intentado hacerse con el control del movimiento de derechos animales. (Me doy cuenta de que para alguien que no haya seguido esta controversia, eso quizá suene honrado. Desearía que lo fuera, pero incluso un examen superficial de sus artículos y charlas revela un aire de absoluta certeza e intolerancia hacia los puntos de vista diferentes, algo asociado normalmente con algunas formas de fundamentalismo religioso.) Se llaman a sí mismos “abolicionistas”, y llaman a quienes difieren de ellos “bienestaristas”. Aunque no dudo de que muchos de ellos son bienintencionados, pienso que tiene más sentido pensar en ellos como “activistas de vía única” porque insisten en que hay sólo una vía correcta para promover los derechos animales, su vía, y alguien que reivindica otras tácticas no tiene un lugar legítimo en el movimiento de derechos animales. Específicamente defienden que las campañas de prohibiciones provisionales que reduzcan el sufrimiento —como un fin de las jaulas de batería y las jaulas de gestación— actualmente perjudican a los animales y deberían ser condenadas por los defensores de los derechos animales. Con un guiño inconscientes a George Orwell, defienden literalmente que intentar mejorar las condiciones para los animales es algo que ningún activista de derechos animales puede hacer.
El argumento de los activistas de vía única es doble: Primero, afirman que las campañas por reformas que alivian el sufrimiento de los animales en las granjas implican que esa cría y muerte de animales para comida humana es aceptable siempre que sea hecho “humanamente”. Por eso, el argumento sigue, el mensaje de “bienestar” desvaloriza el mensaje de “abolición” y hace más fácil para el público comer productos de origen animal con la conciencia tranquila. Su segundo argumento es que hacer campañas para la reforma de los peores abusos de las granjas de factoría refuerza actualmente el estatus legal de los animales como propiedad porque no pone en duda directamente ese estatus. De acuerdo con esta línea de razonamiento, dado que toda la explotación animal descansa sobre el estatus de propiedad de los animales, cualquier campaña que no ponga en duda directamente ese estatus es contraproducente.
Aunque algunos activistas que persiguen tanto la abolición como la reforma aceptan la etiqueta de “bienestar animal” —afirmando que la mayoría de estadounidenses no diferencian entre ella y otras descripciones de defensores de los animales—, yo lo encuentro ofensivo. Para muchos activistas de derechos animales, el “bienestar animal” significa la creencia de que la prisión, la esclavitud y la muerte de animales son moralmente aceptables facilita que los animales sean liberados de todo sufrimiento que no es esencial para el uso que se se les está dando. Y por razones obvias, “bienestarista” es un término de oprobio en buena parte del movimiento de derechos animales. Precisamente teniendo esto en mente, Gary Francione inventó el término “neo bienestarista” en 1996. Pero colgar la etiqueta “bienestarista” sobre activistas que no sólo creen que los “animales no son nuestros para comer, vestir, experimentar sobre ellos, o usarlos como entretenimiento”, sino que también apoyan campañas para disminuir el sufrimiento de los animales es engañoso, divisivo y destructivo. Es como llamar a los progresistas afines al Partido Demócrata “comunistas”, o a los conservadores afines al Partido Republicano “fascistas”, como forma de excluirlos del diálogo político. Y al dividir y debilitar el movimiento que es la única esperanza de los animales, son los mismos animales quienes sufren las dolorosas y letales consecuencias.
Estoy seguro de que todos los que toman parte en esta discusión pueden estar de acuerdo en que la abolición de toda la explotación animal es la única base moralmente aceptable para nuestra relación con los animales no humanos, y que la abolición es la única meta legítima a largo plazo para los defensores de los derechos animales. Y pienso que podemos estar también de acuerdo en que la promoción del veganismo es el centro de una estrategia para alcanzar esa meta. Personalmente he sido vegano por más de veinte años. En mis libros defiendo de forma clara y sencilla (“de forma estridente” según un crítico come-animales) la abolición y el veganismo. Y también animo a otros a actuar así. Mi desacuerdo se da tan sólo con la afirmación de que las campañas para reducir el sufrimiento de los animales no son nunca apropiadas, incluso cuando se usan en conjunción con la defensa del abolicionismo y el veganismo.
Creo que hay al menos cinco excelentes razones para que los defensores de los derechos animales rechacen los argumentos de los activistas de vía única y simultáneamente persiguen la abolición y la reforma —o, como mínimo, no se opongan a esfuerzos reformistas.
Abrir las ventanas de las cámaras de tortura
Primero, las campañas para relieve el peor sufrimiento de los animales en las granjas de factoría fuerzan al público a pensar en los animales como sintientes, seres sensibles cuyo bienestar es un asunto de serio interés moral. Esto solamente puede acercar, y no retardar, la liberación.
Como dice el refrán: “ojos que no ven, corazón que no siente”. Y reflejando esta idea, Sir Paul McCartney ha comentado que si los mataderos tuvieran muros de cristal, todos serían vegetarianos. Cuántas veces hemos oído: “¡no quiero oír sobre eso!”. Y: “¡no me muestres esas imágenes, o no seré capaz de disfrutar de mi cena!”. Campañas como esas en contra de las jaulas de batería y las jaulas de gestación fuerzan a las personas a oír las historias de horror y mirar a las caras de sufrimiento, quieran o no. Abren las ventanas de los sólidos muros de los mataderos y los establos. Muestran al público la verdad sobre estos campos de la muerte, e incluso aunque estas campañas pueden no llevar directamente a un mundo vegano, están cambiando lentamente pero con paso firme la forma en la que el público piensa sobre los animales y su sufrimiento. Y este cambio en la actitud del público es un importante inicio a una sociedad vegana.
El punto crítico aquí es que la mayoría de la gente son extremadamente resistentes a la crítica moral sobre cosas que hacen personalmente. Simplemente lo rechazan de plano y rechazan considerarlo. Tienen que ser llevados a ello gradualmente, paso a paso. La mayoría de la gente llega a la causa de los animales a través de algo que ofende su consciencia, pero que ellos mismos no están haciendo, como las pieles, la vivisección o las peleas de perros, y al volverse más comprometidos, se mueven hacia el vegetarianismo y el veganismo. PETA, por ejemplo, recibe la mayoría de llamadas en relación con: 1) animales de compañía; 2) circos con animales, 3) vivisección y 4) pieles. De modo similar la mayoría de la gente se opone a los peores abusos de los animales de granja (del cual, al inicio, no se sienten responsables personalmente), y una vez que están comprometidos en la oposición a una forma específica de crueldad, como las jaulas de batería, el principio de consistencia puede empezar a funcionar (a todos nos gusta vernos a a nosotros mismos como consistentes; la inconsistencia moral causa un intenso estrés psicológico), haciéndolos más receptivos a hacerse veganos. Las campañas de reformas invitan a abrir la puerta, por así decirlo, y una vez que está abierta, la necesidad de consistencia lleva a la persona a tomar el siguiente paso.
Esto ha sido confirmado por la experiencia de las coalición que han dirigido las campañas de Florida y Arizona para prohibir las jaulas de gestación. Un buen número de defensores de los animales que no eran aún vegetarianos se hicieron activos en esas campañas y luego dejaron de comer animales como resultado. De hecho, sé de al menos un defensor de los animales que ahora públicamente denuncia las llamadas “campañas de bienestar” incluso aunque se hizo vegano como resultado de involucrarse en una iniciativa legislativa popular contra las jaulas de gestación.
En resumen, el activismo de dos vías funciona en primer lugar aumentando la conciencia e inspirando a la gente a tomar un stand activo contra la crueldad, por lo que se ven a sí mismos como personas a las que importa el sufrimiento de los animales. Esto las hace mucho más receptivas a un mensaje vegano. De esta forma —mientras quizá parezca paradójico a aquellos que prefieren casarse con la consistencia teórica— las campañas de reformas tienen el efecto práctico de cuestionar la visión de los animales como meras comodidades productoras de comida y llevar a las personas a un estilo de vida vegano.