Generalmente, la codependencia, aunque hasta ahora no nos hayamos percatado, es un fenómeno que a casi todos nos ha tocado vivir en un momento u otro de nuestras vidas.
¿Quién no ha querido alguna vez morirse por desamor?,
¿Quién no se ha sentido afectado por los problemas de alguien querido?
¿A quién no le ha afectado nunca una crítica o una actitud de rechazo de otra persona?.
Esto es hasta cierto punto normal y forma parte de la vida cotidiana. Lo realmente preocupante es cuando esta obsesión por los demás nos domina y acaba por controlarnos de tal manera que ya no somos dueños de nuestros actos y pensamientos.
La Codependencia puede ser definida como una enfermedad cuya característica principal es la falta de identidad propia.
El codependiente pierde la conexión con lo que siente, necesita y desea.
Si es dulce y agradable aunque no lo sienta, es porque busca aceptación.
Cree que su valor como persona depende de la opinión de los demás.
Da más importancia a los demás que a sí mismo.
Se crea un yo falso, pues en realidad no está consciente de quién es y está tan desconectado de sus propios sentimientos, que asume la responsabilidad por las acciones de los demás.
Se avergüenza por lo que hacen otras personas y toma las cosas de una manera personal.
Invierte una enorme cantidad de energías en mantener una imagen o un estatus para impresionar porque su autoestima es muy baja, ya que depende del valor que los demás le otorgan.
La codependencia se origina en las familias disfuncionales y convierte a los miembros de esas familias en personas hiper-vigilantes. Al estar el ambiente familiar tan lleno de estrés debido a la violencia, la adicción al alcohol o a las drogas, las enfermedades emocionales de sus miembros etc; la persona codependiente enfoca su atención hacia su entorno para defenderse de algún peligro real o imaginario. El estado de alerta es una defensa de nuestros cuerpos, algo temporal que nos ayuda a defendernos en momentos de peligro. Pero cuando ese estado se vuelve crónico, la persona pierde el contacto con sus reacciones internas, ya que todo el tiempo su atencion está afuera de sí misma.
Los niños necesitan seguridad y tener modelos saludables para imitar, para poder entender sus propias sensaciones internas. También necesitan aprender a separar los sentimientos de los pensamientos y a generar autoestima ellos mismos desde su interior. Si el niño pierde el contacto con sus sentimientos, tratará de llenar sus necesidades con estímulos externos y se convertirá en un adulto codependiente.
Cuando una persona vive su vida a través de los demás y a costa de sus legítimas necesidades, va más allá de lo que exige el verdadero amor. Se quema hasta el punto de no quedar ya nada de ella.
Parece un noble empeño ayudar a otras personas que se están autodestruyendo, como en el caso de las esposas o novias de los alcohólicos o adictos a la droga, al juego o al sexo. Sin embargo, olvidamos ayudar a los codependientes.
Todo amor que no produce paz, sino angustia o culpa, está contaminado de codependencia. Ese tipo de amor patológico, de obsesión, es sumamente destructivo. Al no producir paz interior ni crecimiento espiritual, no lleva a la felicidad.
La codependencia crea amargura, angustia, enojo y culpabilidad irracional. El fruto del amor debe ser la paz y la alegría. Si no es así, algo anda mal. No debemos albergar en nuestro corazón ni angustia ni ninguna otra emoción dañina.
La codependencia nace de una necesidad malsana de amor, quizás provocada por un ambiente familiar en que uno no se sentía amado.
La incapacidad para llenar ese vacío emocional o espiritual que sentimos cada uno en algún momento de nuestra vida puede llevarnos a desear llenarnos con otras personas, con determinadas relaciones o con acontecimientos externos al punto de resultar enfermizo.
Se puede tener un necesidad tan desordenada de amor, que nos impida dejar una relación humana negativa.
El dolor en la codependencia es mayor que el amor que se recibe. Hay que tratar de mantener una relación sólo hasta donde debamos y podamos. Si una relación humana resulta perjudicial para la salud física, moral o espiritual, hay que cortar.
Una de las características de la persona codependiente es que no confía en la otra persona a la que trata de influir. Esto lo demuestra persiguiéndola, tratando de controlarla, diciéndole lo que tiene que hacer, etc.
El codependiente no sabe quién es, lo que siente, cuáles son sus necesidades; vive como un ser vacío.
El verdadero amor promueve el crecimiento mutuo. El fin de todo ser humano no es complacer siempre a otro o ser lo que el otro espera de uno.
La codependencia aparenta ser amor, pero es egoísmo, mutua destrucción, miedo, control, relación condicionada: "Te amo si cambias"; "Si no haces lo que digo, te recrimino, te persigo, me siento tu víctima." En la codependencia hay una gran cantidad de manipulación. Es una relación descontrolada: hagamos todo lo que sea para que esa persona se acomode a mí.
En momentos de frustración, la codependencia es abusiva o de tremenda tolerancia del abuso. La persona codependiente permite tanto que no reconoce el abuso cuando lo sufre. Ha llegado a tener una autoestima tan baja, que ya no se da cuenta de que están abusando de ella.
El codependiente necesita dar continuamente para no sufrir culpabilidad, ansiedad, enojo, miedo, etc. Necesita dar, sentirse necesario para tener autoestima. Está dominado por sentimientos enfermizos y no por la razón.
El amor humano debe ajustarse a la razón. Los codependientes se dejan llevar solamente por sus sentimientos. Su autoestima depende del comportamiento o reacción de los demás.
El codependiente debe recibir ayuda profesional. Debe amarse ordenadamente a sí mismo, atendiendo a sus necesidades básicas.