http://www.unav.es/gep/AF69/AF69Corco.html
4. La cosmología evolutiva de Peirce
En su primer artículo en The Monist, Peirce describe cuatro teorías acerca de la evolución. La primera de ellas es la de Herbert Spencer, que pretendía explicar la evolución en términos mecánicos. Peirce rechaza esa posición con contundencia y se centra en las tres teorías restantes: la teoría de Darwin, la teoría de Lamarck y la teoría de M.C. King35. Las dos primeras teorías coinciden en que la evolución se ha producido a través de pequeños cambios, mientras que la tercera propone que ha tenido lugar a través de grandes variaciones. Peirce establece la distinción entre las dos primeras en los siguientes términos: el darwinismo pretende explicar la evolución por el azar y la selección natural, mientras que el lamarckismo pretende explicarla como efecto del hábito o esfuerzo de los organismos. La tercera teoría mantendría que los grandes cambios se producen después de fuertes modificaciones en el entorno. El origen de las variaciones en los organismos no sería simplemente el azar ni serían variaciones determinadas por esfuerzos de origen interno, sino que en su origen estarían tanto la tendencia de los organismos a adaptarse a su entorno como los efectos de un cambio en ese ambiente. Peirce no se decanta explícitamente por esta tercera teoría, pero afirma que debe tener un lugar preeminente en la explicación de la evolución orgánica.
Poco tiempo más tarde, en su artículo Evolutionary Love, en el cual intenta reconciliar la visión evolutiva del mundo con la religión cristiana36, va a optar por el lamarckismo.
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Este desarrollo armónico puede encontrarse también en el segundo modo de evolución, que Peirce ejemplifica con la filosofía de Hegel. Se trata en este caso de un modo evolutivo en el cual la realidad se mueve como una gran máquina dirigida por un misterioso y ciego destino que la conduce a su fin. En tal caso, la presencia de la finalidad descarta todo posible juego del azar. Pero Peirce busca un modo evolutivo en el cual tengan cabida tanto el azar como la finalidad. La evolución es un proceso con una tendencia hacia la perfección a través de cambios que no son necesarios38. El tercer modo incluye la necesidad y el azar, en una síntesis superadora que no puede reducirse a estos dos elementos: la evolución por el amor creador. El amor crea de manera armónica. Peirce afirma que el agente de la evolución no es otro que el amor. Peirce identifica este modo con la evolución lamarckista, es decir, la evolución que es fruto del hábito. Según Peirce, el hábito funciona como el amor:
"El hábito juega dos papeles; sirve para establecer los nuevos rasgos, y a su vez los inserta de forma armónica en la morfología y función general de los animales y plantas a los que pertenecen (...) Esta versión de la evolución lamarckista coincide con la descripción general de la acción del amor"39.
Peirce identifica el Amor creador con Dios.
Ahora bien, Peirce piensa que Dios crea con una finalidad abierta, que persigue el bien supremo, pero no pretende crear tal o cual universo. Según Peirce, Dios no tiene un plan absolutamente determinado: está abierto El mismo a la variedad de posibilidades43. Peirce nos propone un universo abierto tal y como lo describió también Popper.