Iniciado por
Walkiria
Hace dos años, yo estaba aún puérpera perdida y me dejé convencer por una amiga de que, dado que estábamos ambas de excedencia por cuidado de bebé, montáramos una tienda de portabebés, pañales de tela y demás cosillas de puericultura ecológica. Así que invertí en ello una buena suma de dinero (7500 euros, para ser más exactos), diciéndole a mi socia siempre que era a modo de prueba, que si veía en un año que la cosa no prosperaba, yo volvería a mi trabajo, dado que se me acababa la excedencia. Bueno, tras meternos en obras y mil rollos, abrimos la tienda en septiembre de 2012, y desde entonces cuesta abajo y sin frenos, porque la chica ésta era un desastre con patas (claro, no conoces a alguien hasta que curras con ella), no sabía hacer NADA, siempre faltaban cosas, en fin, era perder dinero y más dinero y no dormir y ella tocándose las narices todo el día. Total, que a finales de enero de 2013 le dije que sitiéndolo mucho, adelantaba mi partida unos meses (cinco, más concretamente), pero que no podía seguir así, tenía insomnio, y estaba de los nervios, y evidentemente se lo dije todo de buenas pero el verdadero problema siempre fue ella, que de coco iba justita la pobre. Bueno, pues vamos al notario, firmamos la compraventa, yo sigo confiando en ella porque todo parecía "de buen rollo", no me dio aún el dinero pero quedó en hacerlo, firmamos y me dijo que me llamaba en dos días para la transferencia y demás. (Había que hacerlo rápido para que no me cobraran la cuota de autónomos de febrero, pero ella me dijo que en tan pocos días no había podido sacar el dinero, aunque me lo daría en breve... ¡JA!)
A partir de ahí, una vez firmado todo, cambió su actitud. Porque legalmente, y ante notario encima, ella ya me había pagado. Así que ya no tenía que darme NADA. Y por supuesto, no lo hizo. Perdí toda mi inversión. Me sentí tonta, tontísima, imbécil perdida. Porque no se puede confiar en nadie. Porque hasta los mejores amigos te la meten doblada, y ésa fue la prueba fehaciente de esto. Porque parecía tonta, pero luego fue la más lista, ya que con la mitad de inversión se quedó con todo, y yo ya no tenía ningún modo legal de demostrar nada. Y encima se dedicó a ir de víctima por ahí a quien habían dejado tirada, cuando ella me dejaba a mí tirada de facto todos los días, y cuando ella me robó de la manera más ruin.
A todo esto siguieron meses de depresión, me sentía fatal, el dinero era de mi familia, cómo podía haberla cagado tanto... Con la cuenta corriente temblando, por fin en septiembre puse fin a mi excedencia y volví a mi trabajo, donde para mi sorpresa empecé a editar bajo otro sello y ahora estoy súper contenta, trabajando en lo que me gusta y con un horario estupendo.
Todo este rollo (perdón) viene a cuento de que hoy tengo que celebrar algo, que a fin de cuentas es de lo que se trata en este post: la tienducha dichosa cierra. Siempre supe que sería algo que sucedería, porque evidentemente una persona así que no es capaz de gestionar nada, menos podrá llevar una tienda (para cualquier negocio, como no seas organizado como mínimo, mal vamos). Porque aunque sé que ya no voy a recuperar mi dinero, me alegro de que ese proyecto (que a fin de cuentas era mío también) se termine, que se haga "justicia" y al final la incompetencia profesional acabe en el lugar lógico. Y sé que son malos tiempos, pero os juro que esta chica podría hacer fracasar hasta el negocio más próspero. Y no vengo aquí a alegrarme de las "desgracias ajenas", que a fin de cuentas bastante tendrá ella con ser ella misma, sino de mis propias conquistas: me alegro, y celebro, que con esto se cierre un capítulo de mi vida que, aunque corto, aún me resultaba tremendamente amargo, doloroso, y triste. Pero que a fin de cuentas me ha servido para aprender muchísimo, sobre los negocios, sobre la vida, sobre quiénes son tus amigos y quiénes no... Y sobre mí misma, por supuesto.