Ay, hoy -o ayer, creo- tengo una razón que juzgo muy buena para celebrar.
Después de reiteradas, infructíferas y exacerbadas discusiones, peleas y pleitos en mi grupo familiar; después de que lo que empezó como ansiedad generalizada terminara como ataques de pánico, fantasías fatalistas y de grandiosidad; después de que los breves episodios de alucinaciones e ideas delirantes se volvieran cada vez más recurrentes... ha hablado mi padre con mi psicóloga, la que me fue asignada el año pasado.
Y llevo desde ayer viviendo con él. Ahora estoy en casa de mi madre, para visitar a mi abuela, y que no se ponga triste por mi ausencia. Me imagino que mi madre llamará mucho, empleando todo tipo de subterfugios para que regrese. Que mi lado más implacable y resentido ha decidido que no funcionará.
Solo espero no sentirme mal por el exceso de comodidades.