El Nuevo Paradigma Evolutivo
El Nuevo Paradigma Evolutivo
Marilyn Ferguson
La Conspiración de Acuario.- Editorial Troquel
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En la obra de Arthur Clarke, El fin de la Infancia, los Súper-amos –misteriosos extraterrestres que han controlado la tierra durante cientos de años - explican que ellos son sólo protectores interinos para a humanidad. A pesar de sus mayores poderes intelectuales, los Súper-amos se encuentran en un callejón sin salida desde el punto de vista evolutivo, mientras que la humanidad tiene una infinita capacidad de evolución:
“Por encima de nosotros está la Súper-mente, que nos usa como un alfarero usa su rueda. Y vuestra raza es la arcilla que está siendo moldeada en esa rueda. Nosotros creemos –aunque es sólo una teoría- que la Súper-mente está tratando de crecer, de extender su poder y su consciencia al universo entero. Por ahora, debe ser la suma de muchas razas, y hace tiempo que dejó atrás la tiranía de la materia… Nosotros hemos sido enviados aquí por Ella para cumplir sus mandatos, para prepararos para la transformación que está ya a la vuelta de la esquina. En cuando a la naturaleza de ese cambio, poco podemos deciros… se extiende de forma explosiva, como la formación de cristales en torno al núcleo primitivo en una solución saturada.”
Muchos autores científicos serios han expresado en términos académicos la metáfora literaria descrita por Clarke. Sospechan que tal vez podemos estar tocando el teclado de nuestra propia evolución, como si se tratara de un instrumento musical. La teoría de la evolución de Darwin, fundada en las mutaciones por azar y en la supervivencia de los más aptos, ha resultado ser decididamente inadecuada para poder explicar una gran cantidad de observaciones en el campo de la biología. Así como toda una serie de hechos que escapaban a los presupuestos de la física de Newton indujeron a Einstein a formular una sorprendente teoría nueva, así también está surgiendo un nuevo paradigma ante la necesidad de ensanchar nuestra comprensión de la evolución.
Darwin insistía en que la evolución había tenido lugar de forma muy gradual. Steven Jay Gould, biólogo y geólogo de Harvard, señala que en vísperas de la publicación de El origen de las especies, T. H. Huxley escribió a Darwin prometiéndole luchar en su favor, pero avisándole que había recargado innecesariamente su argumentación con su insistencia. La imagen de Darwin, de una evolución glacialmente lenta, reflejaba en parte su admiración por Charles Lyell, promotor de la concepción gradualista en geología. Según Gould, Darwin concebía la evolución como un proceso majestuoso y ordenado, que operaba a una velocidad tan lenta que escapaba a las posibilidades de observación durante la vida de una persona. Y al igual que Lyell rechazaba la evidencia de los cataclismos en geología, también Darwin eludía los problemas que se le hacían evidentes. Ciertamente parecía haber grandes saltos, peldaños ausentes en la escala de la evolución, pero lo atribuía a mera imperfección en los hallazgos geológicos. El cambio no era abrupto más que en apariencia. Pero hasta el día de hoy sigue sin aparecer una evidencia fósil de esos necesarios eslabones ausentes. Para Gould, esa extremada escasez de restos fósiles de formas de vida transicionales constituye “el secreto de fabricación” de la paleontología. Otros científicos más jóvenes, a la vista de la ausencia constante de tales eslabones ausentes, miran con creciente escepticismo a la antigua teoría. “La antigua explicación de que los restos fósiles resultan insuficientes, constituye en sí misma una explicación insuficiente”, ha dicho N. Eldredge, del Museo Americano de Historia Natural.
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Gould y Eldredge, cada uno por su lado, han propuesto para resolver este problema una teoría que concuerda con los datos geológicos. Los paleontólogos soviéticos han propuesto una teoría similar. El puntuacionismo o equilibrio puntuado sugiere que el equilibrio de la vida viene “puntuado” de vez en cuando por serias tensiones. Si se aísla una pequeña porción de una población ancestral fuera de su hábitat normal, ello puede dar lugar a la aparición de una especie nueva. Por otra parte, la población sufre un intenso stress cuando vive al límite de su tolerancia. Según Gould, “las variaciones favorables se extienden rápidamente”. “Las pequeñas porciones periféricas aisladas constituyen el laboratorio del cambio evolutivo”. La mayoría de las especies no cambian de dirección mientras perduran sobre la tierra. “En los restos fósiles presentan una apariencia muy semejante a cuando desaparecen”, dice Gould. De acuerdo con las evidencias geológicas, la nueva especie surge de golpe. No evoluciona gradualmente a partir de un cambio constante operado en sus antecesores, sino que aparece de una vez y completamente formada.
El antiguo paradigma veía la evolución como un continuo trepar por una escala, mientras que Gould y otros la asemejan al proceso de continua división y subdivisión de las ramas de un árbol. Por ejemplo, los antropólogos han descubierto en los últimos años que en un tiempo hubo al menos tres formas de homínidos coexistentes, esto es, de criaturas que habían sobrepasado el estadio evolutivo de simios. Anteriormente se pensaba que esos diversos especimenes formaban una secuencia. Hoy en día se sabe que algunos de los presuntos “descendientes” vivía al mismo tiempo que sus presuntos ancestros. Del trono parental – primates primitivos - se separaron varias ramas diferentes. Algunas sobrevivieron y continuaron evolucionando, mientras que otras desaparecieron. El Homo, con su cerebro desarrollado, apareció totalmente de repente.
El nuevo paradigma atribuye la evolución a saltos periódicos efectuados por pequeños grupos. Esta idea del cambio es significativa al menos por dos razones: de una parte, porque requiere un mecanismo de cambio biológico más poderoso que la mera mutación al azar, y de otra, porque abre la posibilidad de una rápida evolución en nuestra propia época, en la que el equilibrio de la especie está puntuado por el stress. En la sociedad moderna, el stress se experimenta en las fronteras de nuestros límites psicológicos más que en las de nuestros límites geográficos. El ser pionero constituye una aventura cada vez más psicoespiritual, ya que las fronteras físicas están más que agotadas, ya no queda espacio por explorar.
Según Gould, en el siglo diecinueve los europeos favorecían la idea del gradualismo, tanto en geología como en la evolución; se adaptaba mejor a la filosofía dominante, que sentía horror por todo tipo de revoluciones, incluso naturales. Nuestras filosofías delimitan lo que nos permitimos ver, decía. Estamos necesitados de filosofías pluralistas que nos permitan percibir la evidencia desde distintos puntos de vista: Si el gradualismo, más que un hecho natural, es un producto del pensamiento occidental, entonces deberíamos tomar en consideración otras filosofías alternativas respecto del cambio, a fin de ensanchar nuestro campo más allá de los límites de prejuicios sofocantes. En la Unión Soviética, por ejemplo, los científicos utilizan una filosofía muy diferente con respecto al cambio… hablan de “transformación de la cantidad en calidad”. Esto puede sonar a jerga de vendedor callejero, pero es una forma de sugerir que el cambio sucede a grandes saltos, a consecuencia de una lenta acumulación de tensiones sobre un sistema, que sigue aguantando hasta alcanzar el punto de ruptura.
Según recientes hallazgos, la evolución puede acelerarse por determinados mecanismos genéticos. En efecto, se ha demostrado que en las bacterias y en otras formas de vida hay genes y segmentos de ADN que entran y salen de sus respectivos cromosomas, lo que sugiere que los cromosomas están tal vez sujetos a continua modificación. Los investigadores suponen que una reestructuración genética semejante podría darse en todas las formas de vida. Determinados segmentos del ADN no parecen contribuir en absoluto al cumplimiento por los genes de sus funciones ordinarias. El descubrimiento de esas secuencias eventuales, que parecen un sinsentido en el contexto del código genético, fue calificado de “espantoso” por uno de los investigadores, Walter Gilbert, de la U. de Harvard. Según observaba el periódico británico New Scientist, “el mismo concepto de lo que es un gen está ahora en cuestión”. Es posible que el ADN no sea ese sólido archivo que habían supuesto los biólogos, sino más bien un flujo, “un sistema dinámico en el que se dilatan y contraen conjuntos de genes, con elementos transeúntes que saltan fuera y dentro del mismo”.