Galgos: perros de usar y tirar
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Pobres galgos. Perra vida. Tan queridos como para ser robados, tan odiados que los abandonan. «Estoy convencido. Es la raza más maltratada». Lo dice Fermín Pérez, presidente de la protectora de animales Scooby, en Medina del Campo. Y con conocimiento de causa, claro. En las instalaciones de la protectora tienen, ahora mismo, 150 galgos. Todos abandonados. Y en estas fechas, asegura, con la temporada de caza en un momento de escopetas bajadas, más que nunca. «Cada día nos llegan dos o tres galgos». O les llaman diciendo que han visto alguno solo, abandonado, deambulando por las calles. De vez en cuando, incluso, colgados de un árbol. Ahorcados. Muertos. Cada vez menos, pero… Pobres galgos, perra vida.
DENUNCIAS
126 galgos robados. Son las denuncias recibidas por la Guardia Civil durante el último año en Castilla y León. La mayor parte de ellas se han producido en la provincia de Valladolid (39), seguida de Salamanca (34), Segovia (26), Ávila (24) y Soria (3).
¿Y por qué? «Siempre ha sido un perro de usar y tirar. Así lo ha visto mucha gente. Lo utilizaban para cazar y cuando ya no servían… Y como además, la mayoría de los dueños no los tienen en casa, no les cogen cariño, el abandono no se les hace tan duro. Y sobre el galgo también pesan tradiciones atávicas. Que si se para, que si es un animal sucio…», explica Pérez. En fin, carne de penurias. Además de los que guarda en la protectora, Fermín tiene siete galgos en su casa. Siete. «Y todos lisiados. El que no está ciego tiene tres patas… Y los tengo todos en mi casa de 50 metros cuadrados, con patio. Por la noche entran a dormir, juntos. Eso es algo que con otros perros no podría hacer, pero el galgo no da ningún tipo de problema en este sentido. Son muy nobles. Muy limpios. Tremendamente agradecidos». Los adjetivos de cariño también se escapan de la boca de Lorenzo Masero, presidente de la Asociación Regional del Galgo Español (450 miembros). «Es un animal bastante cariñoso y de carácter bueno, se adapta muy bien a la gente. Y es muy limpio, no ensucia, no suelta pelo, no te mea en cualquier sitio», explica desde Zamora. Entonces, ¿qué tiene el galgo? Cristina García Moreno, de la ONG Galgos sin fronteras, lo tiene muy claro. «El galgo ha tenido la desgracia de nacer, ser cuidado y morir en el seno de unos dueños que los ven como meras herramientas de usar y tirar. Ésa es su desgracia. Quienes cazan con galgo le exigen una perfección máxima, enfermiza. Así que a la mínima, porque corren menos o vete a saber, entonces ya no les sirve». García Moreno describe un diario del horror. «Hay muchos que matan a los galgos machos justo al nacer, porque corren menos que las hembras. Si llega a adulto, la vida media de un galgo es de dos años. Un galguero me llegó a decir que un galgo le duraba dos liebres, que a la tercera ya no corría como a él le gustaba. Los tratan como a objetos. Hablan de ellos como si fueran ruedas o cuchillos. Que si es un galgo sucio, que si es nuevo…», asegura García Moreno, quien da una solución: «Que se prohíba la caza con galgos, como en otros países europeos», sentencia. Más ruido que nueces Cristina tiene una galga, Dulcinea, a la que encontró medio ahorcada en Toledo comenzó a trabajar con una protectora de animales hace veinte años. «Los galgos siempre han sido el animal que entraba más maltratado y en peores condiciones, así que decidí crear algo más específico». Así nació Galgos sin fronteras. «Recogemos a los animales, los desparasitamos, los cuidamos y después, los damos en adopción (sobre todo en los países del norte de Europa, cada vez de una forma más frecuente aquí en España)». Hacen lo mismo en Scooby. Fermín Pérez cuenta que allí, el 50% de los perros que tienen son galgos. Y el resto, la mayoría, perros de caza. «Seré claro. Aquí en España tendríamos los mismos datos de abandono animal que en el norte de Europa si no fuera por las razas de perros cazadores». Santiago Iturmendi, presidente de la Federación de Caza de Castilla y León, defiende que «es más el ruido que las nueces. No creo que sea para tanto. Hace 25 o 30 años los abandonos sí que eran más comunes. Era habitual ir por el campo y ver los perros. Hoy ya no. Y menos en un momento como éste, en el que la población de liebres está diezmada y muchos cazadores ni siquiera crían ya galgos», asegura. En cualquier caso, añade que el abandono es un comportamiento «aborrecible, que hay que erradicar, no sólo entre los cazadores, sino también en el conjunto de la sociedad. También al final del verano vemos cómo se abandonan sobre todo cachorros y gatos en lugares de veraneo. En Menorca, por ejemplo, tienen un problema muy grande con los gatos que, abandonados, se vuelven salvajes». «Al final remacha es un problema de conciencia. Y creo, aunque es un tópico, que el perro es el amigo más fiel del cazador. Antes puede que hubiera cazadores que pensaban que su animal sólo tenía derechos durante la temporada y que luego ni siquiera se merecían la comida. Ahora no creo que sea así», concluye. «Habrá quien lo hace prosigue, pero es un porcentaje muy pequeño de lo que se hacía antes, cuando no sólo se abandonaban muchos perros, sino también ovejas, cabras, cerdos. Esos también se abandonan. O se abandonaban. Lo que pasa es que el galgo tiene una carne más dura, los zorros u otros animales no se los comen, y el esqueleto dura más. Por eso parece que se abandonan o sacrifican más galgos. Pero eso era antes. En quince años con galgos, yo no he matado a ninguno. Y si alguno no me ha servido, siempre lo he dado. Nunca he matado a ninguno ni lo haré». Pero no sólo se abandonan. También se roban. Cada vez menos, aseguran los criadores y confirman los datos de la Guardia Civil. Pero aún así, el año pasado, los cuarteles de la Benemérita registraron 126 denuncias en la comunidad, la mayor parte de ellas en las provincias de Valladolid y Salamanca. «Tuvimos años muy malos», recuerda Masero. A él le han robado en tres ocasiones. Seis perros en total. «Hubo una temporada horrible, te entraban a cualquier hora del día o de la noche. Les daba igual». ¿Quién? «Mafias», responde rotundo. «Los usan para apuestas, incluso para revenderlos». ¿Por cuánto? «El precio es muy relativo, pasa igual que con un caballo, que depende mucho. Se pueden pagar desde 3.000 euros. Y por los galgos buenos, los de buena fama, que hayan corrido en campeonatos, hasta 30.000», añade Masero, propietario de 16 de estos animales. «La cría es un proceso complicado que necesita mucho tiempo. Para que sea competitiva una hembra tiene que tener más de 18 meses, 24 para un macho. Así que estar criando un perro durante dos años y que luego te lo roben….», asegura el presidente de la Asociación Regional del Galgo Español, un colectivo que quiere «la mejora genética de la raza, que se ha ido desmejorando desde hace años por los cruces».
Mercado negro
Fermín Pérez apunta más allá. «Se roban perros porque hay un mercado negro de gente que los compra. Y podría decir que son los mismos cazadores, los propios galgueros quienes alimentan y alientan ese mercado. Es verdad que hay mafias montadas, que ojean los perros, que saben cuáles son los buenos. Y los roban. Pero es que luego esos galgos robados aquí en Medina se venden en Sevilla. O al revés», asegura Pérez.
La realidad de los galgos españoles, que muchos conocen y pocos denuncian
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No se sabe si el disparo lo recibieron antes o después de ser ahorcados. Los cadáveres de los cuatro galgos encontrados en un vertedero de la provincia de Toledo el pasado 18 de diciembre solo revelaban haber sido víctimas de la crueldad humana.
Hasta Galgos sin Fronteras llegaron, la pasada semana, las fotografías de dos galgos que habían sido arrojados con una piedra al cuello a un pantano de Murcia. “Y no es un hecho aislado ni mucho menos”, explica la presidenta de la Asociación, Cristina García.
Poco antes, a mediados de diciembre de 2011, voluntarios de Baas Galgo viajaban hasta Burujón (Toledo) para rescatar a una galga que había sido lanzada a un barranco -“es imposible que se cayera sola”- y que sufría deshidratación y desnutrición. Los bomberos que colaboraron en su rescate -debido a la inaccesibilidad del terreno- bautizaron como Candy a la perra de 3 años, que ese día volvió a nacer.
Paquito, un galgo de 2 años, debió de ser probado -empiezan a correr hacia los 24 meses- y desechado, porque cuando los rescatadores de Baas lo encontraron en un canal de regadío -“con paredes de tres metros del que jamás habría podido salir”- con la pata rota, comprobaron que el microchip -un dispositivo que identifica al dueño del perro- le había sido arrancado.
Tanto Candy como Paquito pueden considerarse afortunados por figurar en la lista de galgos abandonados en España que son rescatados y dados en adopción. Muchos otros, los dos que acabaron en el pantano de Murcia, los más de cien cadáveres descubiertos en 2009 en un vertedero de Villatobas (Toledo) o las decenas de animales encontrados a mediados de diciembre, corrieron mucha peor suerte al ser víctimas de una tradición terrible que, aunque cada vez menos y con mayor discreción, sigue viva en España.
Terminada la temporada de caza, quienes han corrido con galgos llevan a cabo una selección entre sus perros para determinar cuáles seguirán con ellos y cuáles serán desechados.
Entonces, tal como explica a ALBA Matilde Cubillo, presidenta de la Federación de Asociaciones Protectoras de Animales de Madrid, los perros que han sido buenos cazadores pero que se han roto una pata, son viejos o han adquirido vicios tienen una muerte rápida: los ahorcan.
Tocando el piano
Los perros, en cambio, que han resultado ser mediocres reciben como castigo una muerte lenta y agónica: son colgados también, pero con las patas traseras apoyadas en el suelo. Y así pasan horas -“tocando el piano lo llaman ellos”- hasta que el agotamiento les impide seguir soportando su peso y ceden a la cuerda. “Cuando los descuelgas, los encuentras con las patas apoyadas en el suelo”. Esta tradición, que antes se llevaba a cabo en olivares, hoy sigue estando presente, pero se hace -como reconoció un niño a Cubillo durante una visita a un pueblo de la Comunidad de Madrid- en el patio trasero. “Y los vecinos lo saben, pero nadie denuncia”.
Las denuncias, en todo caso, supondrían sanciones administrativas y, si se aplicara el artículo 337 del Código Penal, hasta un máximo de un año de cárcel por animal, pero, explica Cubillo, “es muy difícil que se juzgue al culpable porque alegan que les han robado los perros o les arrancan el microchip”.
Bien lo sabe Sandra Baas, presidenta de Baas Galgo, que mantiene abierto un proceso judicial contra un galguero toledano -vicepresidente, además, del Club de Galgos de su pueblo- acusado de ahorcar a sus perros. A uno lo encontraron las voluntarias de Baas colgado todavía del árbol. Ese no es atribuible a nadie, ya que antes se le había arrancado el microchip. Vía muerta.
Pero las voluntarias observaron que, alrededor del cadáver, la tierra tenía otro color, “como si la hubieran removido”. Escarbaron y encontraron a otros dos animales ahorcados que, todavía con microchip, habían sido convenientemente enterrados. Y estas muertes sí se imputan a su dueño. El juicio está previsto para octubre.
Ante esta realidad de abandono y muerte cabe preguntarse, en primer lugar, por qué. Y la respuesta es matemática. Las asociaciones manejan una cifra de 500.000 galgos cazadores, reconocida por la Federación Española de Caza. Hay perros que sobran desde el principio: camadas de seis en las que solo se salvan dos -“hemos recogido camadas enteras de galgos tiradas a la basura. Otras veces matan a los machos y se quedan con las hembras para criar”-. Y hay perros que sobran al terminar la temporada -“tirando muy por lo bajo, se pueden abandonar 50.000 galgos al año”-. Y mientras unos se abandonan -su vida útil como cazador es mucho menor que su esperanza de vida-, no desciende la cría de estos animales. Conclusión: superpoblación y abandono.
Hasta aquí la realidad que, con fechas y fotos, describen las protectoras de animales. Con mayor o menor rotundidad, todas reconocen que no todos los galgueros maltratan a sus perros y que las terribles prácticas que ellas denuncian se dan, sobre todo, en la España rural o entre quienes no ven al galgo como un ser vivo. Reflejada esta justa y lógica salvedad, aseguran también que la realidad es conocida por la inmensa mayoría de quienes se relacionan con el mundo de las carreras de galgos, aunque a veces miren para otro lado.
De la oreja al juzgado
Preguntado por ALBA, el presidente de la Federación Española de Galgos, Carlos Sanz, afirma que nadie en su federación -adscrita al Comité de Deportes y dedicada a los campeonatos de carreras de galgos- lleva a cabo esas prácticas. Asegura que las protectoras quieren cortar de raíz la práctica del deporte del galgo -erradicada en el resto de Europa- y que, por eso, pretenden criminalizar al colectivo.
Explica que los galgos que compiten en la federación están inscritos en un Libro de Orígenes y cumplen con los requisitos sanitarios y administrativos. “Son animales que pueden costar una fortuna (más de 50.000 euros), ¿cree que vamos a ahorcarlos?”.
Sanz, que asegura que llevaría “de la oreja al juzgado” a cualquier persona que cometiera atrocidades como la del ahorcamiento de perros, explica, eso sí, que quienes practican el deporte del galgo no ven en ellos a una mascota. “Si yo tengo varios galgos y uno no corre, se queda en mi casa si tiene una ascendencia genética. O, si no corre al nivel que yo le exijo, hay muchísimas personas que estarían encantadas de coger ese galgo para seguir corriendo con él. Unos serán para competición deportiva y otros para actividad de caza”.
¿Y respecto a la sobreabundancia de galgos? Responde con otra pregunta: “¿Usted cree que todos los jugadores de la cantera de un equipo sirven para llegar al primer equipo? Y ¿qué hacen con los que no sirven?; ¿los ahorcan?”. Insistimos, ¿qué se hace, entonces, con los galgos que no sirven? “Hay un mercado, no lucrativo, un mercado de regalo o intercambio”.
Insiste en la responsabilidad y buen trato de los galgueros federados para con sus animales -“también tenemos hijos a los que cuidar y educar, ¿cómo les vamos a transmitir eso?”- y añade que nadie puede imaginar a un perro maltratado o subalimentado que luego, el domingo, se va a una carrera y se pone a perseguir liebres. “Los galgos necesitan entrenar, correr, jugar, desarrollar su instinto... El problema de los galgos es estar en la ciudad, metidos en un piso, donde no se ve un perro sano”.
Concluye con una cifra, la que aportó el Seprona (Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil) a petición de la FEG sobre denuncias de perros maltratados. Frente a las 1.177 relativas a los galgos, durante el año 2009 se produjeron 2.285 relativas al resto de razas cazadoras y 3.697 respecto a otras razas.
Pero, como siempre, las cifras pueden tener varias lecturas y, en este caso, las protectoras afirman que solo se contabilizan las denuncias de perros con microchip, que, en el caso de robo, abandono y ahorcamiento de galgos, tiene una solución tan fácil como arrancárselo.
Un zulo de hormigón
Y luego están los hechos -“a mí no me convencen, porque me he topado con la cruda realidad”, subraya Cristina García-. La realidad es, según ella, que los galgos rescatados por su asociación tenían tanto miedo al ser humano que, cuando iban a acariciarlos, se echaban al suelo y se hacían pis de puro pánico -“nos cuesta meses conseguir que pierdan el miedo al hombre”-. Recuerda con tristeza cuando, hace ya muchos años, viajó a Alemania para reunirse con una asociación que recogía galgos españoles y los llevaba a asilos o familias -son perros muy deseados por su carácter pacífico y dulce- y los perros, al oír hablar español, se escondían y comenzaban a temblar. “Eso lo he vivido yo, no me lo invento”.
Baas afirma que, en el mundo de los galgos hay tanta “gentuza”, que hasta los propios galgueros a veces tienen miedo a denunciar: “A mí me han llamado varias veces contándome cosas para que las denuncie porque ellos no se atreven”, y Matilde Cubillo relata cómo acompañó a la Guardia Civil a intervenir un zulo de galgos. Hormigón, un calor asfixiante y tres o cuatro agujeros para que entrara el aire era la vivienda de catorce perros, muchos robados y, por eso, mantenidos lejos de miradas ajenas.
“Ojalá”, concluye Baas, “la situación hubiera mejorado, nada nos gustaría más”. Pero las cifras cantan y su asociación encontró, solo en el pueblo de Fuensalida y durante el mes de diciembre, cincuenta galgos abandonados. Y esos, tuvieron suerte.
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Rescatan con vida a un galgo arrojado a un pozo de ocho metros de profundidad
Agentes Forestales y Bomberos de la Comunidad de Madrid han rescatado con vida a un galgo que fue arrojado a un pozo de más de ocho metros de profundidad, en el Camino de Los Villares, en el término municipal de Villarejo de Salvanés.
Según ha informado hoy la Comunidad, el rescate se produjo a raíz de que un vecino diera aviso al teléfono de Emergencias 112 lo que hizo que los bomberos se desplazaran al lugar para tratar de sacar a la superficie al animal, que se encontraba en el interior del pozo, aplastado por un tronco y un neumático.
Uno de los bomberos tuvo que descolgarse para liberar al galgo y sacarlo del pozo, en cuyo fondo se localizaron además dos sacos con restos de huesos que podrían pertenecer a otros perros.
Tanto el galgo vivo como los restos de los sacos portaban un chip localizador que permitió a los agentes identificar al propietario de los perros a través del Colegio de Veterinarios, que certificó que el animal rescatado y los restos de otro que aparecieron en el saco pertenecían al mismo dueño.
A partir de ese momento, los Agentes Forestales presentaron una denuncia ante el Juzgado número uno de Arganda del Rey, que amplía otra anterior de la Policía Municipal de Villarejo de Salvanés, por si los hechos pudieran ser constitutivos de un Delito de Maltrato Animal.
Asimismo, se formularon las correspondientes denuncias administrativas ante el Área de Protección Animal de la Comunidad de Madrid.
Actualmente, el galgo rescatado con vida ha sido adoptado por el vecino que dio aviso al Centro de Emergencias Comunidad de Madrid, 112.
Según han informado los Agentes Forestales de la Comunidad de Madrid, en la región son frecuentes los casos de galgos abandonados o sacrificados cuando se considera que ya no son útiles para la caza, o simplemente menos eficaces que los ejemplares más jóvenes.
Desde la Consejería de Presidencia y Justicia advierten a los ciudadanos del compromiso que se adquiere cuando alguien se hacen cargo de un animal, y hacen un llamamiento a que, si por diferentes circunstancias, no pueden hacerse cargo de él, se deben poner en contacto con organismo especializados en la adopción de animales pero nunca abandonarlos o sacrificarlos.
http://www.larazon.es/noticia/9380-r...de-profundidad