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Roberto X
08-mar-2013, 10:16
Debido a problemas de espacio, pongo el enlace al texto, va una parte en este hilo:
http://rebelionanimal.wordpress.com/2011/03/08/ecofeminismo-%E2%80%93-veganismo-feminismo-y-liberacion-humana/

ECOFEMINISMO – Veganismo, feminismo y liberación humana.(Tamara Bauab)
En la historia de la humanidad existe una tendencia a luchar por libertad, y si deseamos liberarnos es porque vivimos presos, presos a la cultura y a la civilización. Podemos resumir esa historia como la historia de la dominación por el poder y por la fuerza, dominación de cualquier ser que parezca más débil, que parezca más inofensivo, que se encuentre en posición de vulnerabilidad.

Vivimos en un actual estado de esclavitud bastante evidente, alejados como estamos de la naturaleza, insatisfechos e infelices, creyendo y endiosando “verdades científico académicas” que pueden ser contestadas y alteradas de acuerdo con los intereses políticos y económicos, pero que aún así nos mantienen dependientes de un sistema enfermo de relacionamiento con el medio.

Toda civilización antropocéntrica parece tener el propósito de subyugar a la naturaleza, destorcer, destruir, reconstruir, modificar, forzar a la naturaleza a darnos cada vez más. Es así que se procede con las madres, con las mujeres, con los pueblos dominados, con los animales, con nuestro propio cuerpo y con laTierra.

Al contrario de lo que se imagina, hasta donde se sabe, la primera divinidad adorada por los humanos era la figura de la Diosa madre y una sociedad matriarcal, lo que nos parece bien más lógico por tratarse de pueblos que vivian en estrecha comunión con la naturaleza. Deseosos de dominar todo a su alrededor, el hombre necesita destruir a la Diosa, destruyendo a la identidad femenina, menospreciando al universo femenino, haciendo apología a caracteres como fuerza, agresividad y poder, construyendo así la identidad masculina.

El hombre construye la identidad masculina a partir del momento en el cual inventa un Dios a su imagen y semejanza, un Dios padre, patriarca, patrono, patrón y también dueño y propietario de la mujer, de los hijos, de los animales, de la tierra, que deja de ser madre y pasa a llamarse patria… de todo lo que se oponga a esas características, de todo lo que no sea espejo de lo ideal del macho, fuerte e imperturbable emocionalmente. Humanos que estén en discordancia con el ideal masculino occidental son considerados extraños, son “el otro”, animales no humanos son “el más otro” de todos los otros. Esa condición de ser el otro pone a las mujeres y animales en una condición de no consideración de intereses, seres de segunda categoría.
Aprendemos y nos acostumbramos a pensar según una concepción que posiciona al ser humano hombre como centro de los acontecimientos. Racionalidad y competitividad son vistos como características humanas deseables, pero que no pasan de frutos de la construcción de la identidad masculina endosados por mitologías y religiones que reducen a la naturaleza a recursos utilizables por los hombres.

La concepción de la naturaleza por la cultura masculinista, que establece un orden rígido, en el cual se supone que todos los hombres son masculinos y todas las mujeres femeninas, distorsiona los valores a conferir a los hombres el papel de protagonista con la mayoría de los privilegios sociales en detrimento de las mujeres, de los niños, de los animales y de todo el restante de la naturaleza.

Podemos constatar el sexismo impregnando todo el conocimiento científico y filosófico que viene adiestrando a los seres humanos en el modelo androcéntrico, normalizando la marginalización de la mujer.

La figura de la mujer está siempre asociada a la pasividad y la del hombre asociada a la actividad, esas asociaciones remontan a la teoría aristotélica de jerarquía del género que viene siendo utilizada a lo largo de los siglos como explicación científica para mantener a las mujeres subordinadas a los hombres.

El andropocentrismo y el antropocentrismo son preconceptos castradores que hace milenios impregnan nuestra sociedad. Tanto tiempo pensando de una cierta forma nos puede llevar a creer que no exista otra manera de pensar, y permanecemos presos a dichas ideas, incapaces de hacernos reflexionar y cambiar, como si fueran verdades inalterables.

Las propias mujeres aceptan y propagan esta realidad, pues inconscientemente absorben este pensamiento deforme.

En este modelo de sociedad tenemos mucho mas derechos que los animales, sin embargo nuestras jaulas son aún mas fuertes, las jaulas humanas son echas de mentiras, somos manipulados todo el tiempo y la mayoría de las personas ni siquiera se enteran de esto.

Podemos ser cómplices de atrocidades contra los animales y humanos sin darnos cuenta, y mientras eso pueda parecer natural, en realidad es tan sólo cultural. En este contexto, la violencia es tratada con normalidad, aún más tratandose de otro ser, uno no hombre y por lo tanto desmerecedor de consideración ética.

Obs: a Lu qdo digitou suprimiu o andropocentrismo e depois a Marília mudou o verbo, mas reparem q do jeito q estava teria outro sentido, não era o q eu queria dizer…
El patriarquismo acarrea una serie de injusticias sociales no sólo a las mujeres, pero también a los otros seres humanos y no humanos; esta construcción social andro-antropocéntrica alimenta todo tipo de jerarquía y discriminación y es mantenida por la mayoría de las instituciones ideológicas, filosóficas, religiosas, científicas, políticas y económicas que se alimentan de esa situación.

La sociedad contemporánea se apoya en la idea de que la alimentación es una manifestación del libre arbitrio, presumiendo que nosotros podemos elegir nuestro alimento sin que eso tenga otras consecuencias. La aparente libertad de elegir esconde en verdad una imposición mercadológica y sociocultural.

El omnívorismo se ha extrañamente sustentado en un mercado que hace a la proteína animal parecer saludable, eficiente e indispensable, cuando en el fondo visa a mantener la dependencia a un sistema de dominación.

Nosotros no elegimos nuestro alimento ni tampoco nos damos cuenta de los factores sociopolíticos implicados en la simple presencia de la carne en nuestra dieta.

La ingestión de los productos de origen animal es la introyección del sistema patriarcal, de forma que el patriarquismo pueda atacarnos por dentro. El consumo de estos alimentos refleja también la explotación reproductivo sexual de las hembras.

Diferentemente de los animales machos, que son asesinados al nacer o aún muy jóvenes, las hembras animales, que un día serán convertidas a un trozo de carne como sus iguales masculinos, aún son condenadas a vivir bajo un régimen de esclavitud sexual.

A fin de generar nuevos seres para finalidades alimentícias, las hembras son aún más explotadas para la productividad de leche y huevos, alimentos sabidamente inadecuados a la alimentación humana.

La explotación sexual de estas hembras de vacas (y otros tantos animales utilizados en la alimentación humana) empieza en el campo con la producción de leche. Al nacer ya son apartadas de sus hermanos y hermanas (que no estén adecuados a los modelos de productividad), unos asesinados inmediatamente, otros mantenidos en cautiverio para posteriormente morir con dos o tres meses de vida – cuando son comercializados como carne.

Ya las “afortunadas” hembras que gocen de buena salud y puedan ser más explotadas como fuentes de proteína femenina, tienen su desarrollo y madurez sexual acelerados por hormonas de crecimiento y sexuales – hormonas que mucho se asemejan a las hormonas humanas y que son liposolubles, es decir, igualmente absorbibles y actuantes en el organismo de quien injiere la carne o la leche de estos animales, pudiendo provocar enfermedades degenerativas.

Después de tener su madurez sexual forzada, la vaca, que aún seria una cría, es inseminada artificialmente haciendo de esta escena de estupro también una escena de pedofilia, mismo que el estupro de un animal adulto (humano u no) no sea menos peor.

Este escenario de estupro y violencia contra el cuerpo no se restringe a la explotación animal. La violencia física y psicológica esta también presente en nuestro cotidiano, donde quiera que miremos, vemos el cuerpo femenino destorcido y subyugado a la categoría de producto, muchas veces comparado a cuerpos de animales y trozos de carne por los medios de comunicación prostituyentes que estrupan a la imagen del cuerpo de la mujer cosificándonos, haciéndonos objetos para el consumo.

Y si podemos relacionar el uso del cuerpo femenino en la pornografía con el uso de los cuerpos animales en la dieta omnívora, en este contexto tenemos, entonces, una profunda relación entre el bien estar animal y la pornografía alternativa. En esta última, existe la justificativa de ser algo consensual, que cuenta con “protagonistas” fuera del padrón físico convencional usando también la homosexualidad en un intento de democratizar la objetificación, pero aún en los mismos moldes hetero opresores.



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