Qwerty
07-oct-2012, 23:33
La policía abrió la puerta de una patada.
Él salió inmediatamente de su habitación, conmocionado por los gritos y el ruido. Se encontró frente a un aluvión de pistolas y dedos apuntándolo.
- ¡Es él! ¡Detenedlo! – gritó un policía.
Pronto se dio cuenta de lo que estaba pasando y de que probablemente estaría fuera un tiempo. Sin embargo él estaba tranquilo, convencido de que no había hecho nada malo y de que todo lo que le hicieran no sería más que una consecuencia de los prejuicios sociales.
Le colocaron las esposas y se le leyeron sus derechos mientras lo arrestaban.
Un grupo de policías se apresuró hacia el patio trasero. Era enorme, de más de 4000 metros cuadrados. Una valla metálica de tres metros de altura lo rodeaba. No era posible ver qué se escondía en él desde el exterior.
Al principio no se podía ver nada, ya que todavía era noche cerrada. Encontraron un establo y se dirigieron hacia él cautelosamente. Pronto empezaron a oír sonidos, una especie de gruñidos. Abrieron la puerta y se quedaron atónitos ante lo encontrado. Allí estaban: cientos de jóvenes que yacían en pequeñas camas contiguas. Cuando las antorchas los iluminaron la mayoría de ellos se asustó y apiñó en una esquina. Dos de ellos se asustaron especialmente y reaccionaron violentamente, ya que no estaban acostumbrados a las visitas nocturnas. Atacaron a algunos de los policías, mordiéndoles y dándoles patadas. No pasó mucho tiempo antes de que sus compañeros los ayudaran, aunque uno resultó herido de un mordisco en el cuello.
Las criaturas no parecían desnutridas, sino más bien algo rollizas. Pero pronto algo atrajo la atención de los intrusos: la mayoría eran niños o adolescentes; y de los más viejos todos excepto unos pocos eran mujeres.
Hacía calor en el interior del cobertizo y muchos de los niños tenían mantas. La policía empezó a llevarlos uno por uno hasta los coches y furgonetas de fuera. Estaban aterrorizados, gritando y tratando de escapar ¡Parecía como si prefirieran quedarse allí! Tardaron hasta el mediodía en llevárselos a todos. Se requirió la ayuda de un grupo de psicólogos pero no fueron capaces de hacer gran cosa con aquellas pequeñas bestias que se comportaban como salvajes. No articulaban palabra, sólo gruñían y gritaban. La situación se estaba volviendo cada vez más preocupante. Nadie podía entender lo que había estado haciendo aquel depravado.
De vuelta en la casa el hombre no quiso responder a ninguna pregunta sin ver a su abogado y se lo llevaron en un coche patrulla. Registraron el domicilio. Esperaban encontrar algo espeluznante, como pinturas o esculturas siniestras o incluso taxidermia humana. Nada de eso. Sólo era una casa normal, con muebles normales y cuadros normales en sus paredes. No había nada destacable, quitando, si acaso, una ligera predilección por los paisajes a orillas del río.
Varias horas más tarde, abogados y jefes de policía fueron conscientes de a lo que realmente se estaban enfrentando: el primer caso conocido de una granja de humanos para comida. El detenido, Howard Patterson, se dio cuenta de que no importaba lo que dijera, iba a pasar el resto de sus días en prisión, por lo que hizo las cosas fáciles y dijo la verdad.
Howard, hasta bien entrados los sesenta, había estado abasteciendo una demanda de carne humana en el mercado negro durante cuarenta años. No había sido descubierto hasta hacía poco, cuando un helicóptero sobrevoló su casa y patio trasero y el documentalista observó un grupo de personas en el campo rodeados por una gran valla. Parecían moverse erráticamente y su comportamiento resultaba sospechoso. Fue entonces cuando informó a las autoridades e iniciaron la investigación. Su propiedad estaba en el bosque, por lo que casi nadie había pasado por allí en todos estos años y los que lo hicieron sólo vieron una valla alta, sin poder imaginar ni por un segundo lo que realmente estaba pasando tras ella. Normalmente eran senderistas disfrutando de un agradable paseo en los bosques de Virginia Occidental.
No se había informado de la desaparición de nadie en la zona, ya que los humanos de cría eran en realidad producidos para tal propósito. En un principio algunas personas, clientes potenciales, establecían una cooperativa clandestina y concebían algunos niños que después donaban al granjero con sólo unas semanas de vida. A cambio, disfrutaban de grandes descuentos en el precio de la carne que obtenían de ellos años más tarde. El propio granjero y su esposa tuvieron cuatro hijos que utilizaron para el mismo propósito. Ella había muerto de una enfermedad coronaria tres años antes de la redada.
Cuando los niños tenían la edad suficiente para ser fértiles eran inseminados artificialmente. En nueve meses, los Patterson tenían más carne fresca para vender.
Algunos clientes querían bebés jóvenes. Otros preferían esperar un poco más y tener más carne por un precio ligeramente mayor. La edad máxima rondaba los dieciséis años, ya que tras ésta el crecimiento tendía a ser menor y no merecía la pena esperar. En cualquier caso, como la crianza de cada niña o niño implicaba un gasto de recursos (comida, espacio, electricidad), esperar más no salía rentable.
Eran alimentados con una dieta alta en proteínas, acelerando así su crecimiento. Se les daba también gran cantidad de grasas para incrementar su peso. La fórmula era una invención de los Patterson, hecha de carne de animales no humanos, soja, nueces, semillas, leche de vaca, huevos… y algunos vegetales, para añadirle sabor y hacerlo más atractivo para las criaturas de granja. Al fin y al cabo, cuanto más comiesen, mejor.
Los chicos y chicas mayores se mantenían vivos durante más tiempo y se utilizaban para producir más hijos, de los cuales se les separaba. En total fueron encontrados alrededor de 30 niños y adolescentes y 6 adultos, supervivientes de esa explotación atroz. Ninguno de ellos podía hablar o comunicarse como la mayoría de la gente. Los niños no tenían a nadie que los enseñase a hablar.
Entre sus pocos clientes, la carne y leche humanas eran de tal exquisitez que merecía la pena pagar el altísimo precio, pues tenían generalmente un alto poder adquisitivo.
El descubrimiento causó conmoción en todo el mundo. El esperado proceso judicial comenzó pocos meses después de la detención de Howard.
Primero se leyó una descripción de la granja y se mostraron fotos de ésta y de los niños criados en ella. Cuatro de los niños y dos de los adultos también fueron llevados a la sala. El asco y la conmoción fueron las reacciones más comunes. La mayoría de los presentes no era capaz de creer que alguien pudiera haber hecho algo así.
(Continúa en el siguiente post)
Él salió inmediatamente de su habitación, conmocionado por los gritos y el ruido. Se encontró frente a un aluvión de pistolas y dedos apuntándolo.
- ¡Es él! ¡Detenedlo! – gritó un policía.
Pronto se dio cuenta de lo que estaba pasando y de que probablemente estaría fuera un tiempo. Sin embargo él estaba tranquilo, convencido de que no había hecho nada malo y de que todo lo que le hicieran no sería más que una consecuencia de los prejuicios sociales.
Le colocaron las esposas y se le leyeron sus derechos mientras lo arrestaban.
Un grupo de policías se apresuró hacia el patio trasero. Era enorme, de más de 4000 metros cuadrados. Una valla metálica de tres metros de altura lo rodeaba. No era posible ver qué se escondía en él desde el exterior.
Al principio no se podía ver nada, ya que todavía era noche cerrada. Encontraron un establo y se dirigieron hacia él cautelosamente. Pronto empezaron a oír sonidos, una especie de gruñidos. Abrieron la puerta y se quedaron atónitos ante lo encontrado. Allí estaban: cientos de jóvenes que yacían en pequeñas camas contiguas. Cuando las antorchas los iluminaron la mayoría de ellos se asustó y apiñó en una esquina. Dos de ellos se asustaron especialmente y reaccionaron violentamente, ya que no estaban acostumbrados a las visitas nocturnas. Atacaron a algunos de los policías, mordiéndoles y dándoles patadas. No pasó mucho tiempo antes de que sus compañeros los ayudaran, aunque uno resultó herido de un mordisco en el cuello.
Las criaturas no parecían desnutridas, sino más bien algo rollizas. Pero pronto algo atrajo la atención de los intrusos: la mayoría eran niños o adolescentes; y de los más viejos todos excepto unos pocos eran mujeres.
Hacía calor en el interior del cobertizo y muchos de los niños tenían mantas. La policía empezó a llevarlos uno por uno hasta los coches y furgonetas de fuera. Estaban aterrorizados, gritando y tratando de escapar ¡Parecía como si prefirieran quedarse allí! Tardaron hasta el mediodía en llevárselos a todos. Se requirió la ayuda de un grupo de psicólogos pero no fueron capaces de hacer gran cosa con aquellas pequeñas bestias que se comportaban como salvajes. No articulaban palabra, sólo gruñían y gritaban. La situación se estaba volviendo cada vez más preocupante. Nadie podía entender lo que había estado haciendo aquel depravado.
De vuelta en la casa el hombre no quiso responder a ninguna pregunta sin ver a su abogado y se lo llevaron en un coche patrulla. Registraron el domicilio. Esperaban encontrar algo espeluznante, como pinturas o esculturas siniestras o incluso taxidermia humana. Nada de eso. Sólo era una casa normal, con muebles normales y cuadros normales en sus paredes. No había nada destacable, quitando, si acaso, una ligera predilección por los paisajes a orillas del río.
Varias horas más tarde, abogados y jefes de policía fueron conscientes de a lo que realmente se estaban enfrentando: el primer caso conocido de una granja de humanos para comida. El detenido, Howard Patterson, se dio cuenta de que no importaba lo que dijera, iba a pasar el resto de sus días en prisión, por lo que hizo las cosas fáciles y dijo la verdad.
Howard, hasta bien entrados los sesenta, había estado abasteciendo una demanda de carne humana en el mercado negro durante cuarenta años. No había sido descubierto hasta hacía poco, cuando un helicóptero sobrevoló su casa y patio trasero y el documentalista observó un grupo de personas en el campo rodeados por una gran valla. Parecían moverse erráticamente y su comportamiento resultaba sospechoso. Fue entonces cuando informó a las autoridades e iniciaron la investigación. Su propiedad estaba en el bosque, por lo que casi nadie había pasado por allí en todos estos años y los que lo hicieron sólo vieron una valla alta, sin poder imaginar ni por un segundo lo que realmente estaba pasando tras ella. Normalmente eran senderistas disfrutando de un agradable paseo en los bosques de Virginia Occidental.
No se había informado de la desaparición de nadie en la zona, ya que los humanos de cría eran en realidad producidos para tal propósito. En un principio algunas personas, clientes potenciales, establecían una cooperativa clandestina y concebían algunos niños que después donaban al granjero con sólo unas semanas de vida. A cambio, disfrutaban de grandes descuentos en el precio de la carne que obtenían de ellos años más tarde. El propio granjero y su esposa tuvieron cuatro hijos que utilizaron para el mismo propósito. Ella había muerto de una enfermedad coronaria tres años antes de la redada.
Cuando los niños tenían la edad suficiente para ser fértiles eran inseminados artificialmente. En nueve meses, los Patterson tenían más carne fresca para vender.
Algunos clientes querían bebés jóvenes. Otros preferían esperar un poco más y tener más carne por un precio ligeramente mayor. La edad máxima rondaba los dieciséis años, ya que tras ésta el crecimiento tendía a ser menor y no merecía la pena esperar. En cualquier caso, como la crianza de cada niña o niño implicaba un gasto de recursos (comida, espacio, electricidad), esperar más no salía rentable.
Eran alimentados con una dieta alta en proteínas, acelerando así su crecimiento. Se les daba también gran cantidad de grasas para incrementar su peso. La fórmula era una invención de los Patterson, hecha de carne de animales no humanos, soja, nueces, semillas, leche de vaca, huevos… y algunos vegetales, para añadirle sabor y hacerlo más atractivo para las criaturas de granja. Al fin y al cabo, cuanto más comiesen, mejor.
Los chicos y chicas mayores se mantenían vivos durante más tiempo y se utilizaban para producir más hijos, de los cuales se les separaba. En total fueron encontrados alrededor de 30 niños y adolescentes y 6 adultos, supervivientes de esa explotación atroz. Ninguno de ellos podía hablar o comunicarse como la mayoría de la gente. Los niños no tenían a nadie que los enseñase a hablar.
Entre sus pocos clientes, la carne y leche humanas eran de tal exquisitez que merecía la pena pagar el altísimo precio, pues tenían generalmente un alto poder adquisitivo.
El descubrimiento causó conmoción en todo el mundo. El esperado proceso judicial comenzó pocos meses después de la detención de Howard.
Primero se leyó una descripción de la granja y se mostraron fotos de ésta y de los niños criados en ella. Cuatro de los niños y dos de los adultos también fueron llevados a la sala. El asco y la conmoción fueron las reacciones más comunes. La mayoría de los presentes no era capaz de creer que alguien pudiera haber hecho algo así.
(Continúa en el siguiente post)