Cotorra
03-jun-2012, 09:09
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Dibujo de un niño de cuatro años sobre sus emociones.
Los expertos coinciden en que no se debe 'sancionar' habitualmente a los niños
Aplicar castigos 'puede evitar un problema puntual, pero no enseña'
Se deben establecer límites, pero recomiendan hacerlo a través del diálogo
Es clave conocer y cubrir las necesidades de toda la familia sin emitir juicios
Día festivo (sin lluvia) en Madrid, tarde de paseo y parques infantiles. Varios niños juegan a perseguirse, se tiran del tobogán y trepan por las cuerdas. Por encima del bullicio general sobresalen dos voces y no por sus gritos -gritan todos- sino por el tono y por lo que dicen. "¡Estás castigada, estoy harto!", dicen a dúo una niña de cuatro años y otro de tres mientras se pasean por todo el recinto infantil con gesto enfadado. Y lo repiten una y otra vez "¡Estás castigada, estoy harto!", cada vez más alto, primero sin un blanco concreto y luego apuntando directamente a una niña que les mira compungida hasta que el padre viene en su 'auxilio' y la aleja en brazos de allí.
Juegan a imitar a papá y a mamá, a los suyos y a los de otros. No es difícil presenciar en una zona infantil, a la salida del colegio o en una calle cualquiera esa misma escena protagonizada por adultos y que la reprimenda (y sus consecuencias) sean reales. Pero, ¿es conveniente recurrir al castigo como herramienta educativa?
"Se ha utilizado y aún se utiliza porque tiene un efecto inmediato sobre el niño y puede evitar un problema puntual pero no sirve para 'enseñar' al niño de forma tan eficaz como otras técnicas educativas. Deberíamos evitarlo como método educativo habitual y no abusar de él porque el niño finalmente aprende a mentir o a 'desaparecer' cuando se le va a castigar. Sólo conseguiremos estas conductas de 'huida' o incluso un aumento de las conductas inadecuadas que pretendemos evitar", explica Esther Serrano, que trabaja como pediatra de atención primaria y en los servicios de Urgencia del Hospital de la Fe de Valencia.
Reforzar las conductas positivas
¿Y cómo fomentar que los niños tengan un buen comportamiento? "La forma más rápida y efectiva" de conseguirlo es el refuerzo positivo. Es decir, centrarse más en las conductas que los padres consideran correctas y que el niño "aprenda que los buenos comportamientos generan consecuencias positivas", asegura esta experta de la Asociación Española de Pediatría y coordinadora de la web familiaysalud.es.
Pilar tiene dos hijos de cuatro y diez años. Aunque ha recurrido al castigo en alguna ocasión, tiene claro que "no funciona" con ellos y que el mejor "estímulo" es que comprueben por sí mismos que si se esfuerzan obtienen "recompensas". El mayor ya ha empezado a darse cuenta de que si hace los deberes en un plazo de tiempo razonable y sin eternizarse delante de los libros como hacía antes para desesperación de sus padres podrá quedarse con sus amigos jugando después del colegio. Es un 'premio' que obtiene de forma natural, no necesariamente se ha de recurrir a recompensas materiales.
Con el pequeño, un niño de sonrisa permanente y muy vivaracho, sí han utilizado la PSP para tratar de que modifique una conducta puntual. En este caso, que "colabore" en la consulta del logopeda. Y lo han conseguido. Ahora participa activamente y a la salida se lo deja claro a sus padres con un gesto inequívoco, el dedo pulgar hacia arriba. Tiene claro que al llegar a casa le dejarán usar la consola. Resuelto este problema, empieza a perfilarse otro porque ahora demanda la consola con demasiada frecuencia y su madre teme que pueda generarle cierta "adicción". Esther Serrano subraya que, efectivamente, se debe evitar decir: "Si te portas bien te daré un caramelo" [o la PSP] y que hecho el "pedir algo a cambio de portarse bien, se puede considerar una conducta negativa a corregir".
Aunque el castigo no es un método educativo "eficaz", pueden darse, a juicio de esta experta, determinadas situaciones en las que la sanción sea la única manera de "frenar" una mala conducta, como cuando ésta "pone en peligro la integridad física del niño" o la de otros o no hay una actuación "alternativa deseable que podamos enseñarle". Pero no se puede imponer cualquier castigo, ni de cualquier manera. Éstas son algunas pautas:
- El tipo de sanción y el modo de aplicarla debe adecuarse a la edad
- Para los pequeños pueden ser útiles técnicas como el 'tiempo-fuera' (que el niño se pare a pensar sobre su comportamiento en algún lugar durante el tiempo que corresponda a su edad -dos años, dos minutos; cinco años, cinco minutos...).
- Siempre que se aplique una sanción se debe avisar previamente al niño, se le debe explicar cuál será el castigo y porqué. El pequeño debe conocer las consecuencias de sus acciones.
- Se debe ser firme y coherente en su aplicación, debe aplicarse de forma inmediata tras la mala conducta y debe ser proporcionado al hecho que ha ocurrido. Nunca debe depender del estado de ánimo de los padres.
- Se le debe dar la oportunidad de repetir la conducta de forma adecuada y se debe reforzar esta conducta correcta cuando ocurra. El castigo siempre tiene que combinarse con técnicas de refuerzo positivo.
- Nunca se les debe comparar con otros niños, ni humillarles, ni utilizar la comida como premio o castigo, ni retirarle el cariño.
- Ayudarle a desarrollar habilidades de autocontrol.
- No abusar del castigo. Si esto se produce los niños, se sienten tristes, inseguros y amenazados. La comunicación entre padres e hijos puede deteriorarse y también los vínculos emocionales entre ellos. Los niños y también los padres pueden sentir sentimientos de ansiedad y de culpa.
Y por encima de todo, advierte Esther Serrano, "nunca se ha de recurrir al castigo corporal" como puede ser un bofetón o un azote porque "la educación mediante el castigo físico habitual o mediante la violencia verbal son para los niños, modelos de conducta agresivos: "el que pega, enseña a pegar".
"El castigo debe utilizarse de manera racional. Si se aplica con gritos, excesivo enfado o humillación, deteriora la autoestima de los niños, no favorece su autonomía, bloquea sus reacciones, les causa rabia y tristeza. Para educar hay que establecer "unas normas y límites" pero el "diálogo siempre es la mejor herramienta para hacerles comprender cuáles son".
Dibujo de un niño de cuatro años sobre sus emociones.
Los expertos coinciden en que no se debe 'sancionar' habitualmente a los niños
Aplicar castigos 'puede evitar un problema puntual, pero no enseña'
Se deben establecer límites, pero recomiendan hacerlo a través del diálogo
Es clave conocer y cubrir las necesidades de toda la familia sin emitir juicios
Día festivo (sin lluvia) en Madrid, tarde de paseo y parques infantiles. Varios niños juegan a perseguirse, se tiran del tobogán y trepan por las cuerdas. Por encima del bullicio general sobresalen dos voces y no por sus gritos -gritan todos- sino por el tono y por lo que dicen. "¡Estás castigada, estoy harto!", dicen a dúo una niña de cuatro años y otro de tres mientras se pasean por todo el recinto infantil con gesto enfadado. Y lo repiten una y otra vez "¡Estás castigada, estoy harto!", cada vez más alto, primero sin un blanco concreto y luego apuntando directamente a una niña que les mira compungida hasta que el padre viene en su 'auxilio' y la aleja en brazos de allí.
Juegan a imitar a papá y a mamá, a los suyos y a los de otros. No es difícil presenciar en una zona infantil, a la salida del colegio o en una calle cualquiera esa misma escena protagonizada por adultos y que la reprimenda (y sus consecuencias) sean reales. Pero, ¿es conveniente recurrir al castigo como herramienta educativa?
"Se ha utilizado y aún se utiliza porque tiene un efecto inmediato sobre el niño y puede evitar un problema puntual pero no sirve para 'enseñar' al niño de forma tan eficaz como otras técnicas educativas. Deberíamos evitarlo como método educativo habitual y no abusar de él porque el niño finalmente aprende a mentir o a 'desaparecer' cuando se le va a castigar. Sólo conseguiremos estas conductas de 'huida' o incluso un aumento de las conductas inadecuadas que pretendemos evitar", explica Esther Serrano, que trabaja como pediatra de atención primaria y en los servicios de Urgencia del Hospital de la Fe de Valencia.
Reforzar las conductas positivas
¿Y cómo fomentar que los niños tengan un buen comportamiento? "La forma más rápida y efectiva" de conseguirlo es el refuerzo positivo. Es decir, centrarse más en las conductas que los padres consideran correctas y que el niño "aprenda que los buenos comportamientos generan consecuencias positivas", asegura esta experta de la Asociación Española de Pediatría y coordinadora de la web familiaysalud.es.
Pilar tiene dos hijos de cuatro y diez años. Aunque ha recurrido al castigo en alguna ocasión, tiene claro que "no funciona" con ellos y que el mejor "estímulo" es que comprueben por sí mismos que si se esfuerzan obtienen "recompensas". El mayor ya ha empezado a darse cuenta de que si hace los deberes en un plazo de tiempo razonable y sin eternizarse delante de los libros como hacía antes para desesperación de sus padres podrá quedarse con sus amigos jugando después del colegio. Es un 'premio' que obtiene de forma natural, no necesariamente se ha de recurrir a recompensas materiales.
Con el pequeño, un niño de sonrisa permanente y muy vivaracho, sí han utilizado la PSP para tratar de que modifique una conducta puntual. En este caso, que "colabore" en la consulta del logopeda. Y lo han conseguido. Ahora participa activamente y a la salida se lo deja claro a sus padres con un gesto inequívoco, el dedo pulgar hacia arriba. Tiene claro que al llegar a casa le dejarán usar la consola. Resuelto este problema, empieza a perfilarse otro porque ahora demanda la consola con demasiada frecuencia y su madre teme que pueda generarle cierta "adicción". Esther Serrano subraya que, efectivamente, se debe evitar decir: "Si te portas bien te daré un caramelo" [o la PSP] y que hecho el "pedir algo a cambio de portarse bien, se puede considerar una conducta negativa a corregir".
Aunque el castigo no es un método educativo "eficaz", pueden darse, a juicio de esta experta, determinadas situaciones en las que la sanción sea la única manera de "frenar" una mala conducta, como cuando ésta "pone en peligro la integridad física del niño" o la de otros o no hay una actuación "alternativa deseable que podamos enseñarle". Pero no se puede imponer cualquier castigo, ni de cualquier manera. Éstas son algunas pautas:
- El tipo de sanción y el modo de aplicarla debe adecuarse a la edad
- Para los pequeños pueden ser útiles técnicas como el 'tiempo-fuera' (que el niño se pare a pensar sobre su comportamiento en algún lugar durante el tiempo que corresponda a su edad -dos años, dos minutos; cinco años, cinco minutos...).
- Siempre que se aplique una sanción se debe avisar previamente al niño, se le debe explicar cuál será el castigo y porqué. El pequeño debe conocer las consecuencias de sus acciones.
- Se debe ser firme y coherente en su aplicación, debe aplicarse de forma inmediata tras la mala conducta y debe ser proporcionado al hecho que ha ocurrido. Nunca debe depender del estado de ánimo de los padres.
- Se le debe dar la oportunidad de repetir la conducta de forma adecuada y se debe reforzar esta conducta correcta cuando ocurra. El castigo siempre tiene que combinarse con técnicas de refuerzo positivo.
- Nunca se les debe comparar con otros niños, ni humillarles, ni utilizar la comida como premio o castigo, ni retirarle el cariño.
- Ayudarle a desarrollar habilidades de autocontrol.
- No abusar del castigo. Si esto se produce los niños, se sienten tristes, inseguros y amenazados. La comunicación entre padres e hijos puede deteriorarse y también los vínculos emocionales entre ellos. Los niños y también los padres pueden sentir sentimientos de ansiedad y de culpa.
Y por encima de todo, advierte Esther Serrano, "nunca se ha de recurrir al castigo corporal" como puede ser un bofetón o un azote porque "la educación mediante el castigo físico habitual o mediante la violencia verbal son para los niños, modelos de conducta agresivos: "el que pega, enseña a pegar".
"El castigo debe utilizarse de manera racional. Si se aplica con gritos, excesivo enfado o humillación, deteriora la autoestima de los niños, no favorece su autonomía, bloquea sus reacciones, les causa rabia y tristeza. Para educar hay que establecer "unas normas y límites" pero el "diálogo siempre es la mejor herramienta para hacerles comprender cuáles son".