cucablacko
28-mar-2012, 07:51
Hasta ahora yo siempre había comido carne como cosa normal. Estaban celebrando un enlace en el salón de un hotel. Ya no me acuerdo ni quién se casaba; y la verdad, poco me importa ahora.
El camarero me sirvió como primer plato lo mismo que a todos los demás: un filete de ternera empanado acompañado de verduras y patatas fritas. La verdad es que el nombre del plato era bastante tentador; o eso debieron pensar todos los niños que me acompañaban en la mesa, porque comían como si llevaran semanas a pan y agua. O ni eso.
No recuerdo porqué fue, pero estuve mirando el plato seriamente por más de diez minutos. Imaginé una vaca viva. Después de tanta quietud comencé a cortar pedazos de carne. Paré. Imaginé una vaca con su ternero. Pensé que el filete podría ser de esa vaca, o de ese ternero. Miré hacia el suelo, entre la mesa y mis piernas, intentando enterrar en algún sitio lo que estaba sintiendo en ese momento. En parte lo logré, así que continué cortando carne. Pinché un pedazo con el tenedor y me lo metí en la boca. Trataba de masticarlo, pero estaba muy duro. Me lo tragué casi entero. La vaca volvió a aparecer con su ternero, pero esta vez gritando de dolor por el bocado que le di. Durante cinco minutos no volví a menear los cubiertos, porque se me había hecho un nudo en el estómago. Ya no me entraba nada más. Tenía a la vaca flotando como en una nube encima de la mesa. Me decía que la tuvieron que matar para hacer los filetes. Tras darle varias vueltas a la cabeza, me levanté de la silla y me fui a la zona de los adultos.
Le dije a mi madre que me pusieron de cenar un filete, pero que no quería comérmelo porque me daba mucha pena. Me sonrió y me dijo que no me lo comiera. Gracias mamá.
Me volví a sentar en mi sitio. Miré de refilón los trozos de carne y puse la vista de nuevo hacia el suelo. Los niños me hablaban pero yo ni contestaba. Estaba en otro mundo, en el de la vaca y su ternero. Esto fue así hasta que todos terminaron de comer.
Pasó el mismo camarero para recoger los platos. Todos estaban vacíos excepto uno. Cuando levantó el plato miré la carne por última vez. Me despedí del animal. El camarero se lo llevó y como es de suponer, lo tiró a la basura.
A día de hoy sigo pensando en la vaca que fue muerta, traída hasta mí, rechazada y tirada.
¿Porqué sentí pena por el animal? ¿Porqué intenté ahogar esa pena? ¿Porqué aún así resurgió la pena? ¿Porqué no podía masticar al animal? ¿Porqué se me cerró el estómago? ¿Porqué terminó en la basura? ¿Porqué no está con su ternero?
El camarero me sirvió como primer plato lo mismo que a todos los demás: un filete de ternera empanado acompañado de verduras y patatas fritas. La verdad es que el nombre del plato era bastante tentador; o eso debieron pensar todos los niños que me acompañaban en la mesa, porque comían como si llevaran semanas a pan y agua. O ni eso.
No recuerdo porqué fue, pero estuve mirando el plato seriamente por más de diez minutos. Imaginé una vaca viva. Después de tanta quietud comencé a cortar pedazos de carne. Paré. Imaginé una vaca con su ternero. Pensé que el filete podría ser de esa vaca, o de ese ternero. Miré hacia el suelo, entre la mesa y mis piernas, intentando enterrar en algún sitio lo que estaba sintiendo en ese momento. En parte lo logré, así que continué cortando carne. Pinché un pedazo con el tenedor y me lo metí en la boca. Trataba de masticarlo, pero estaba muy duro. Me lo tragué casi entero. La vaca volvió a aparecer con su ternero, pero esta vez gritando de dolor por el bocado que le di. Durante cinco minutos no volví a menear los cubiertos, porque se me había hecho un nudo en el estómago. Ya no me entraba nada más. Tenía a la vaca flotando como en una nube encima de la mesa. Me decía que la tuvieron que matar para hacer los filetes. Tras darle varias vueltas a la cabeza, me levanté de la silla y me fui a la zona de los adultos.
Le dije a mi madre que me pusieron de cenar un filete, pero que no quería comérmelo porque me daba mucha pena. Me sonrió y me dijo que no me lo comiera. Gracias mamá.
Me volví a sentar en mi sitio. Miré de refilón los trozos de carne y puse la vista de nuevo hacia el suelo. Los niños me hablaban pero yo ni contestaba. Estaba en otro mundo, en el de la vaca y su ternero. Esto fue así hasta que todos terminaron de comer.
Pasó el mismo camarero para recoger los platos. Todos estaban vacíos excepto uno. Cuando levantó el plato miré la carne por última vez. Me despedí del animal. El camarero se lo llevó y como es de suponer, lo tiró a la basura.
A día de hoy sigo pensando en la vaca que fue muerta, traída hasta mí, rechazada y tirada.
¿Porqué sentí pena por el animal? ¿Porqué intenté ahogar esa pena? ¿Porqué aún así resurgió la pena? ¿Porqué no podía masticar al animal? ¿Porqué se me cerró el estómago? ¿Porqué terminó en la basura? ¿Porqué no está con su ternero?