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Snickers
25-jul-2011, 19:58
http://blog.pacma.es/2011/la-tauromaquia-no-es-maltrato-animal-i/
La tauromaquia no es maltrato animal (I)


Publicado el 25/07/2011 (http://blog.pacma.es/2011/la-tauromaquia-no-es-maltrato-animal-i/) por pacma (http://blog.pacma.es/author/pacma/)
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A pesar de que vivimos en el siglo XXI hay mucha gente que considera las corridas de toros como un acto ajeno al maltrato animal. Recogiendo firmas para la iniciativa “No al maltrato animal”, en relación al endurecimiento de las penas por este tipo actos– iniciativa que apoyan asociaciones como Equanimal, Animanaturalis, entre otras muchas y el partido PACMA – topé con una de estas personas.

Tras la lectura del manifiesto que acompañaba la hoja de firmas decidió apoyar la iniciativa. Al cabo me preguntó si este asunto afectaba a las corridas de toros. Le comenté que no, aunque maticé que por pura hipocresía legal pues la tauromaquia no se reconoce como tal y es, obviamente, un acto de maltrato y tortura animal de los más sangrantes.

Para mi asombro afirmó que desde su punto de vista, no era un acto de maltrato animal. Aún me sorprendo – iluso de mí- de la facilidad con la que la gente despacha varas de medir distintas en virtud del colectivo al que pertenecen los afectados. Para esta persona, pinchar, romper, desangrar a un pobre cachorro de perro es un acto de maltrato y tortura, pero si se ejerce contra un toro, no lo es.

A continuación apunto algunos hechos que me hacen pensar que las corridas de toros no sólo son un acto de maltrato, sino también de tortura, simple y llana a un animal – a pesar de los matices que apuntan los cavernarios, que siempre caen en lo tendencioso y ridículo, con altas dosis de cinismo, del estilo: no es tortura, porque no se pretende sacar información al toro con ello-. Hechos tan básicos que para muchos resultará estúpido tener que repetirlos, pero hemos de aceptar que no todo el mundo tiene el tiempo suficiente para reflexionar un mínimo.

Primero. Hecho Histórico: La tortura y el maltrato animal no es compatible con la civilización y así se manifiesta con el posicionamiento social frente a tales actos.

La tradición taurina, como tantas otras tradiciones a lo largo y ancho del planeta: ablación femenina, sociedad de castas o estamental, intolerancia religiosa, pena de muerte, esclavitud, explotación infantil, etc… posee raigambre en la historia de la humanidad. Es un hecho que apuntan los taurinos y tienen razón: la tauromaquia es casi tan antigua como la historia escrita. Incluso más que las luchas de gladiadores, a tenor de las representaciones plásticas minoicas.

Durante ese amplio período de tradición taurina, unos humanos regalaban a otros cómodos tratamientos para la salud: decapitación, hoguera, potro de tortura, horca, crucifixión, despellejamiento…, raro, en este panorama de libertad y justicia, que alguien se preguntara por la moralidad que esta ancestral tradición taurina tenía y tiene para los toros.

El propio Descartes afirmaba que los animales eran máquinas y que las muestras de dolor que manifestaban cuando los rajaban vivos, para contemplar las entrañas en funcionamiento, no eran más que actos reflejos. Aún quedaba algún tiempo para que Darwin nos


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reconciliara con nuestra esencia animal – como veremos luego- y afortunadamente, el filósofo francés no ha pasado a la historia por su corta agudeza en este terreno.

Imbuido del espíritu liberal del momento y contra los atavismos del Antiguo Régimen, en noviembre 1785 Carlos III prohíbe las corridas de toros en España, aún antes que esa otra tradición tan española que fue la Inquisición (abolida con Napoleón y las Cortes de Cádiz). Fernando VII, poco amigo de la libertad y representante de la España reaccionaria vuelve a legalizarlas, tanto las corridas de toros como la Inquisición.

Es nuestra España, como no podría ser de otra manera, ya decía Lope, mucho antes:
“No te falta razón , que esta fiesta bruta sólo ha quedado en España y no hay nación que una cosa tan bárbara e inhumana si no es España consienta.”
El 22/12/1929, dado el carácter cruel de la fiesta, se prohíbe la entrada al ruedo de los menores de 14 años (también al boxeo). Curiosamente, mediando repúblicas y dictaduras, en 1992 el Ministro socialista Corcuera, el de “la patada en la puerta”, gran aficionado a los toros, volvió a permitir la entrada de menores en estas plazas de tortura y depravación.

En 1823 se prohíben en Chile, “porque no son propias de costumbres civilizadas” – como indicó Manuel Salas, el político artífice de la abolición-, En 1899 se prohíben en Argentina. A finales de 2010 se inicia el debate al más alto nivel para su abolición en Colombia y Ecuador (donde ha triunfado rotundamente la prohibicion frente a los actos de crueldad y muerte contra los animales). Por no hablar de las muchas ciudades antitaurinas que salpican el planeta: Barcelona, Tossa de Mar, Coslada, Sesato, La Vajol, Olot, Calella, Castrillón, Carrizal, Baños, etc…

En fin, la propia dinámica social, con el paso del tiempo, no opera a favor de esta aberrante tradición por una sencilla razón: la crueldad no tiene cabida en una sociedad libre y civilizada, a pesar de los esfuerzos de los ultramontanos y atávicos en sentido contrario. El fin del sector taurino, en crisis permanente, sólo se retrasa por las persistentes ayudas públicas que recibe de los diferentes gobiernos, locales, autonómicos o estatales, al margen del color político que gobierna. (Continuará)



J.R. Arriaza
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