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Ver la versión completa : La vida de un cerdo



vegaluz
02-mar-2010, 13:53
Llevo poco tiempo siendo vegetariana y cuando a veces me aburro un poco de las comidas (debido a que aún me quedan muchísimos platos vegetarianos por conocer y cocinar :D) pues eso, que es en ese preciso momento en el que me viene a la mente un buen filete pero luego recuerdo la forma en la que viven los animales hoy en día y se me cierra el estomago de golpe.
Aquí os dejo un relato que he encontrado en internet y que te pone los pelos de punta :(

La pesadilla del cerdo león.

Mi nombre es León y me han traido al matadero con otros compañeros de viaje que, como yo, están a punto de morir, pero en el poco tiempo que me queda quisiera relataros lo triste que ha sido mi vida de cerdo.
Mi madre Leonora.

Ni mi madre Leonora, ni yo hemos tenido una existencia féliz, aunque como marrana reproductora, ella haya llevado una vida todavía más dura que la mía. Nos contó una vez que le oyó decir fríamente al granjero que sólo era una máquina que vivía para producir salchichas.

La gestación.

Su vida se ha centrado en la inseminación artificial, sin ningún contacto natural con los miembros de su especie, salvo el de sus crías. Durante casi todo el periodo de gesteción -que dura cuatro meses-, la encerraron y encadenaron en una jaula metálica individual que le impedía darse la vuelta, estirarse o rascarse, debiendo permanecer todo el tiempo tumbada o levantada proque la comida es cara, y un menor gasto de energía significa un ahorro económico. Como las marranas reproductoras no se crían especialmente para vender su carne, sólo reciben la mínima cantidad de comida que consideran estrictamente necesaria, proque a ellos no les importa el hecho de que pasen hambre y vivan casi totalmente a oscuras.

El encierro.

Una semana antes de nacer nosotros, se la llevaron a otro sitio, pero cualquier esperanza de mejoría de su calidad de vida durante el parto se desvaneció cruelmente al meterla en un pequeño nicho compuesto de un estrecho sistema de barras metálicas creado para evitar que nos aplastara al tumbarse, dejándonos sólo el espacio suficente para poder mamar. Todos sufrimos las terribles consecuencias del estrés que genera el estar enjaulados. Sidonia nos contó como se lanzó contra los barrotes de acero, chillando desesperadamente cuando la encerraron; ella, que hubiera deseado tanto prepararnos un nido, como acostumbran a hacer todas las marranas que disfrutan de esa libertad; que hubiera recorrido mas de 30 km, hasta encontrar un nido mullido para el parto, mordía las barras de metal, babeando, a veces con las pupilas dilatadas a causa de su estado de frustación, intentando liberarse en vano hasta llegar a adherirse. ¿Cómo es posible evitar la locura permaneciendo totalmente inmóvil sin poder ayudar a sus crías a nacer? Nos contó que las marranas se sienten tan frustadas por los barrotes de su encierro que algunos cochinillos de las camadas, a veces, nacían muertos.

Duarante el periodo de lactancia no pudo ocuparse de nosotros como lo hubiera hecho cualquier madre con sus hijos, ni siquiera podía vernos, excepto cuando nos situábamos cerca de su hocico. Lo peor de todo es que no existía ninguna justificación para mantenerla enjaulada, proque -igual que sucede entre nuestros primos cercanos los jabalíes-, si en condiciones normales una jabalina no aplasta a sus jabatos, nuestra madre tampoco lo hubiera hecho. Todos podríamos haberlo pasado mucho mejor si hubiéramos tenido más sitio para movernos, pero la falta de espacio se debía a razones de "productividad" y "rendimiento", y los granjeros preferían aprovechar al máximo el espacio poniendo el mayor número posible compañeros juntos. El suelo era de cemento, con un enrejado metálico para eliminar más facilmente los excrementos, pero como los granjeros no querían complicarse la vida con la limpieza, echamos de menos la paja que nos habría permitido tener un pequeño universo para explorar o algo para mascar y remover con el hocico.
Fue muy triste...

Como no teníamos nada con que entretenernos empezamos a mordernos los unos a los otros -sobre todo la cola- hasta que alguien vino a marcarnos las orejas y nos cortaron los rabitos sin anestesia. Cuando se hartó de oirnos gritar de dolor se enfadó y no dijo que nosotros todovía teniamos suerte proque a otros, en un criadero cercano, también se les cortan los dientes caninos para evitar problemas. No parecía comprender que él era el origen de todos esos problemas, proque, en condiciones normales, no nos comprotamos como caníbales ni somos tampoco tan agresivos.

La separación.

A la edad de tres semanas nos separan para siempre de nuestra madre y, aunque a otros los separan antes, nos pareció demasiado pronto. En realidad, el destete no debería hacerse antes de las siete u ocho semanas, pero así consiguen que Leonora tenga en dos años cinco partos en vez de cuatro. Mamá nos explicó que los humanos lo llamaban "lógica del beneficio", que significa que sólo producirá cochinillos durante tres o cuatro años hasta que acabe deformándose su cuerpo, desgastado por los continuos partos y el terrible cautiverio que sufre totalmente inmovil, víctima del tedio y el hambre. En estas condiciones su porductividad no tarda mucho en caer y su destino, igual que para otros cerdos, es el matadero y vuestros platos. Cuando se la llevaron para inseminarla de nuevo se despidió de nosotros y nos dijo que, seguramente, seriamos una de sus últimas camadas. Es desgarrador para una marrana separarse tan pronto de sus cochinillos.

Al quedarnos solos aumentó el nivel de estrés y llegaron a darnos más medicamentos, mayormente antibióticos. Nos sentimos tan afectados que empezamos a sufrir enfermadades intestinales, incluso disentería, sobre todo infecciones pulmonares, a causa del amoniaco que emanaba de los excrementos que se iban acumulando debajo de nosotros -parece que a veces esto también les afecta a los humanos-. Pro otra parte, el tragaluz de madera del redil en que nos habían metido era igual de incómodo que el enrejado de la "jaula". Muchos de mis hermanos cojeaban y mis miembros también se fueron deformando progresivamente, pero tuve la suerte de no sufrir necrosis (muerte local de las células y tejidos en el organismo vivo. nota mía) como otros.

vegaluz
02-mar-2010, 13:56
El engorde.

De vez en cuando alguno de nuestros compañeros moría súbitamente y el granjero decía que esas muertes fulminantes se debían al estrés del cautiverio y que era más rentable que murieran algunas bestias que darnos más espacio y paja. El crecer en esas condiciones anormales hizo que nuestras relaciones se deterioraran y hubo peleas y mordiscos, creándose una jerarquía exacerbada donde la situación de los más débiles empeoró rápidamente. Algunos caían en redondo y, muchos como yo, mordíamos los barrotes de los pequeños nichos donde nos enjaulaban. En cuanto a la comida, siempre nos daban la misma mezcla insípida.

El tedio y la enfermedad.

La monotonía de nuestra existencia sólo se vio interrumpida cuando vinieron a catrarnos, sin anestesia, lo que aumentó aún más el estrés, los chillidos y las peleas... Nuestra comida siguió siendo una mezcla llena de productos químicos para engordarnos rápdidamente. Nuestras hermanas - de las que nos habían separado - recibían más hormonas y esteroides que nosotros para tratar de aumentar el número de cochinillos de sus camadas y estabilizar su ciclo de fecundidad, entrando, según los criadores, en "un esquema de explotación" mucho más largo que el nuestro, aunque esos años suplementarios significaban para ellas más sufrimiento.

Después de cebarnos durante unas veinte semanas esperabamos el "gran viaje", en nuetro último encierro. Yo ya me había resignado, porque comprendí que no nos trataban como a seres vivos, sólo éramos carne con patas: "Máquinas para transformar terrones de pienso en jamón", según decía nuestro criador. De todas formas nos habría seguido tratando como mercancías, incluso si hubiéramos disfrutado de una mayor libertad, en vez de vivir en este lúgubre sistema de cría intensiva. Al llegar al último cajón individual, donde me mantuvieron encadenado hasta alcanzar los cien kilos de peso, mis miembros deformados me dolían y empecé a toser bastante otra vez, debido a una nueva infección pulmonar. La total inmovilidad que sufría me permitió comprender perfectamente lo que Leonora sentía.

El transporte.

Cuando llegó el día del tan señalado viaje. todos estábamos tan alterados y angustiados con el miedo que sentíamos hacia lo desconocido que los camioneros se irritaron y la tomaron con nosotros. Después de haber estado encadenados durante semanas a los tablones de nuestro encierro, teníamos gran dificultad para andar, y esto les hizo enfadarse y golpearnos para obligarnos a salir, pero en el corral nos fuimos concentrando delante de la rampa de subida al camión, desorientados por nuestros chillidos y los gritos de excitación que proferían los hombres contra nosotros. Uno llevaba un bastón eléctrico con el que nos atizaba para obligarnos a avanzar, y todavía no he podido superar la impresión que me causó ese dolor tan penetrante, como una quemazón extraña que sentí por todo el cuerpo, mucho más allá del ano, donde me arrearon directamente para no estropear mi "carne". Finalmente, cuando logré subir a tropezones, comprobé desde arriba que no me había ido muy mal, al ver caerse a mi hermano Luis -que siempre fue muy asustadizo, pero a quien todos queríamos, a pesar de meternos mucho con él- , moviendo frenéticamente las patas, agitado por las convulsiones que le producían las descargas eléctricas que le daban. Luego se calmó, pero siguieron maltratándolo y dándole patadas. "Vaya mierda, creo que el corazón le ha dejado de latir..." dijo el hombre que se le acercó. Tras lo cual el granjero y él lo retiraron hacia un lado, con dificultad, debido a su peso. Era inconcebible que el granjero no increpara en absoluto al transportista, que no cesaba de aplicarle descargas, y él también empezó a proninarle fuertes patadas con las botas mientras le insultaba: "¡Montón de carroña, será mejor que aguantes hasta el matadero, por lo menos te venderé como alimento para perros... Piltrafa asquerosa!".

Después llegó el momento de la salida, dejando atrás a Luis, cuya agonía acabó antes de terminar la carga. Era la primera y última vez que veiamos los hangares y, según nos íbamos alejando, me acordé de Leonora y de todos los compañeros que se quedaban atrás. Estábamos amontonados los unos contra los otros y apenas podíamos respirar. Durante el viaje pasamos delante de una charcutería que tenía un escaparate decorado con tres cerditos limpios y sonrosados, manifestando alegría ante la idea de ser despedazados para servir de comida a gente malvada, pero a nosotros no nos resultó nada divertido. Finalmente paramos delante de un largo edificio que parecía una fábrica y empezaron a hacernos bajar de los camiones, empujándonos tan brutalmente como a la subida.

El jamón en nuestra carne.

Es por esto que debo darme prisa en terminar de contaros este relato, porque sé que ya no tengo mucho tiempo. En Francia se devoran más de 18.500.000 * de mis congéneres cada año, a pesar de que los estudios científicos, que se han hecho de nuestra especie, demuestran que somos casi tan inteligentes y sensibles como v os amigos los perros. Quienes aceptáis nuestra compañía podeis comprobar que tenemos un carácter travieso y afectuoso, y si volviésemos a nuestro estado natural, en vez de comportarnos con la apatía a la que nos obligáis por la fuerza, seríamos tan activos y curiosos como los jabalíes. Algunos también pensáis que no somos límpios, porque ciertos granjeros no imponen unas condiciones de vida carentes de toda higiene, pero son ideas sin fundamento. Sólo quiero que sepáis lo que he tenido que soportar antes de acabar como, salchicha o jamón, en vuestros platos, para que podáis contárselo a los demás. En el peor de los casos, esto podría mejorar nuestra calidad de vida, aunque para acabar totálmente con nuestro martirio sólo se necesite adoptar un régimen vegetariano.

El matadero.

Al fondo veo a uno de los ayudantes del matarife con unas grandes pinzas eléctricas. Parece que nos las va a poner sobre la cabeza, entre los ojos y las orejas, para aturdirnos y evitar que nos demos cuenta de los que sucede inmediatamente después, cuando nos cortan la garganta, pero a menudo no funcionan por diversas razones: porque no las aplican el el sitio adecuado, debido a las prisas de los matarifes (¡el rendimiento otra vez!), a causa de un voltaje demasiado bajo, proque transcurre mucho tiempo hasta que nos asestan la cuchillada en la yugular, permitiéndonos recobrar el conocimiento antes de ser degollados... Además, la muerte tampoco nos sobreviene inmediatamente después de recibir la herida mortal. Algunos, incluso colgados de una pata -con una cadena que no arranca la piel-, agitan los mienbros violentamente, mientras que van perdiendo su sangre... camino de la máquina de escaldar. ¿Tendré suerte o quizá tampoco "acierten" conmigo? Me están empujando y creo que pronto lo sabré...

Chillo y opongo resistencia... por última vez...

Stephan Charpentier

Snickers
02-mar-2010, 14:56
estos relatos son esenciales para q despierte la empatía

Ligado con esto pongo este enlace

http://www.forovegetariano.org/foro/showthread.php?p=164575#post164575

juana74
02-mar-2010, 15:11
Dios mío...

Malomalisimo26
02-mar-2010, 15:15
Llevo poco tiempo siendo vegetariana y cuando a veces me aburro un poco de las comidas (debido a que aún me quedan muchísimos platos vegetarianos por conocer y cocinar :D) pues eso, que es en ese preciso momento en el que me viene a la mente un buen filete pero luego recuerdo la forma en la que viven los animales hoy en día y se me cierra el estomago de golpe.

Que te apetezca un filete no es malo,es a lo que has estado acostumbrada mucho tiempo,es hasta normal.Da mas valor si cabe al hecho de que lo rechaces por no parecerte justo:)

vegaluz
02-mar-2010, 18:42
Lo sé pero aunque me haya comido muchos cerdos a lo largo de mi vida ahora se me cierra el estomago cuando veo un filete.
Aquí os dejo un video de como son en realidad fuera de sus masmoras

http://www.youtube.com/watch?v=6PNexpa9HdU&feature=player_embedded

carito_superv
08-mar-2010, 05:10
Qué triste :(

A mi ya no me dan ganas de comer carne...
No puedo no relacionar el aroma y el gusto con el sufrimiento