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Snickers
28-ene-2010, 10:54
EL CUENCO DE MADERA

Érase una vez, en el antiguo país de las fábulas, una familia integrada por un padre, una madre, un abuelo que era el padre del padre y un muchachito de ocho años. Sucedía que el abuelo ya tenía mucha edad, por eso le temblaban las manos y se la caía la comida de la boca cuando estaban a la mesa, lo que causaba gran irritación al hijo y la nuera, siempre diciéndole que tuviera cuidado con lo que hacía, pero el pobre viejo, por más que quisiera, no conseguía contener los temblores, peor aún si le regañaban, el resultado era que siempre manchaba el mantel o el suelo al dejar caer la comida, por no hablar de la servilleta que le ataban al cuello y que era necesario cambiarla tres veces al día, en el desayuno, al almuerzo y a la cena.

Estaban las cosas así y sin ninguna expectativa de mejoría cuando el hijo decidió acabar con la desagradable situación. Apareció en casa con un cuenco de madera y le dijo al padre, A partir de ahora comerá aquí, sentado en el patio que es más fácil de limpiar para que su nuera no tenga que estarse preocupando con tantos manteles y tantas servilletas sucias. Y así fue. Desayuno, almuerzo y cena, el viejo sentado solo en el patio, llevándose la comida a la boca conforme era posible, la mitad se perdía en el camino, una parte de la otra mitad se le caía por la boca abajo, no era mucho lo que se le deslizaba por lo que el vulgo llama canal de la sopa. Al nieto no parecía importarle el feo tratamiento que le estaban dando al abuelo, lo miraba, luego miraba al padre y a la madre, y seguía comiendo como si nada tuviera que ver con el asunto.

Hasta que una tarde, al regresar del trabajo, el padre vio al hijo trabajando con una navaja con un trozo de madera y entonces preguntó, Qué estás haciendo. El niño fingió como que no lo había oído y siguió excavando en la madera con la punta de la navaja. No me has oído, qué estás haciendo con ese palo, volvió a preguntar el padre, y el hijo, sin levantar la vista de la operación, respondió, Estoy haciendo un cuenco para cuando seas viejo y te tiemblen las manos, para cuando tengas que comer en el patio, como el abuelo.

Fueron palabras santas. Se cayeron las escamas de los ojos del padre, vio la verdad y la luz, y en el mismo instante fue pedirle perdón al progenitor y cuando llegó la hora de la cena con sus propias manos lo ayudó a sentarse en la silla, con sus propias manos le acercó la cuchara a la boca, con sus propias manos le limpió suavemente la barbilla, porque todavía podía hacerlo y su querido padre ya no.

Las intermitencias de la muerte,

José Saramago

nekete
28-ene-2010, 11:01
Qué bonito. Muy emocionante. Qué pena de sociedad esta nuestra que con tanta facilidad deja de lado a l@s abuel@s.

Alma_Animal
09-feb-2010, 18:54
Jo, no había leído esto... qué pena da, pero qué lección más buena. Gracias.

Frytz
09-feb-2010, 19:27
Simple sabiduria la del chico!

Talamasca
09-feb-2010, 23:08
Qué cierto y qué triste

myangdas
09-feb-2010, 23:12
Precioso. Muchas gracias Snickers

juana74
10-feb-2010, 21:48
ayer hablaba con mi marido de lo cruel que era el ser humano. Lo comparé con una vaca y su ternero, y ésta jamás lo abandonaría, las humanas los abandonan y los venden y cuando los padres se hacen viejos los meten en residencias, pero qué egoistas y superficiales somos los humanos!!!
Gracias Snickers por tan hermoso relato, espero que mi hija jamás tenga escamas...
Besos