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margaly
11-ago-2009, 09:58
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http://nofun-eva.blogspot.com/2009/08/critica-la-alimentacion-actual.html

¿SOMOS ANIMALES DE GRANJA? Crítica y reflexión sobre la alimentación en la sociedad actual

Os invito a que leáis este fantástico artículo, escrito por Marta Villén Vega, Enfermera Nutricionista y Rafael Cepa, Médico Internista, que incita a la reflexión sobre la sociedad actual y la alimentación desnaturalizada a la que estamos sometidos.
Me parece muy acertado el símil que plantean entre los animales de granja y las personas en esta sociedad, y añadiría que los que intentamos vivir al margen del rebaño, ya no solo por la alimentación, somos constantemente criticados.
Los afectados de Sensibilidad Química Múltiple, Síndrome de Fatiga Crónica y/o Fibromialgia somos la prueba que este modelo de sociedad ha fracasado y por este motivo existen tantas presiones para que dichas enfermedades sigan siendo invisibles.
Que nadie sepa lo que está pasando, que sigan sin pensar, consumiendo y haciendo girar la rueda de la economía que solo beneficia a unos pocos.

Se puede decir que vivimos entre cuatro paredes y comemos pienso ¿somos como los animales de granja? Si lo pensamos bien, los animales de granja tienen su vida organizada en función de la producción, viven estabulados o en jaulas y comen lo que les echan. Puede parecer un símil exagerado o sensacionalista, pero nuestra situación no es muy diferente.

Aunque son muchos los factores que marcan nuestros ritmos de vida, el trabajo, que nos permite producir socialmente, es el principal factor de organización de nuestros horarios y tiempos. Imaginemos una granja de pollos, vacas, o de cualquier otro animal: un corredor con los animales en sus compartimentos a ambos lados. Igual que una calle con los edificios a los dos lados y las personas clasificadas en nuestros pisitos o casas. Tanto los animales de granja como casi todos nosotros vivimos alejados del orden natural: del contacto con la tierra, el sol y el aire puro.

Los animales estabulados y que viven en granjas son los únicos que comen alimentos diferentes de los que comerían si vivieran en la naturaleza. Habitualmente son alimentados con piensos artificiales, llenos de productos químicos, elevadas dosis de antibióticos, hormonas y vacunas para manipular su productividad. Estos animales viven la mitad de años que los mismos animales viviendo en condiciones naturales, no porque se sacrifiquen para su consumo, sino porque el deterioro que sufren acorta y deteriora sus vidas significativamente.

Por supuesto, hay granjeros que crían a sus animales en condiciones naturales, así como algunos emplean métodos de ganadería ecológica o biodinámica, que los cuidan desde criterios totalmente respetuosos con su naturaleza y sus necesidades.

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A pesar de tantas dietas y teorías de la alimentación existentes, no sabemos qué debería comer el animal que somos nosotros, los humanos. Al menos sí hay consenso en lo que es adecuado: frutas, verduras, hortalizas, zumos, frutos secos, semillas, legumbres, cereales, germinados… y sin manipulaciones: sin manipulaciones genéticas, productos químicos ni procesos industriales (enlatados, envasados, esterilizaciones, aditivos de todo tipo, etc.).

Los huevos, lácteos, carne, pescado, sal, azúcar y alcoholes son muy cuestionables, a pesar de ser altamente fomentados por nuestra sociedad. Es evidente que podemos comerlos, ya que lo hacemos, igual que podemos comer productos cocinados a pesar de la desnaturalización que sufren (cada vez que se somete a calor un alimento, se producen en él una serie de cambios bioquímicos que dan lugar a compuestos antinaturales).

También ingerimos animales muertos, derivados del petróleo, productos de síntesis, alimentos vegetales con genes animales, irradiados y cualquier disparate de la gran variedad de transgresiones a las que ya estamos acostumbrados. Hasta el agua, elemento esencial, llega a nosotros completamente desvitalizada tras los procesos necesarios para hacerla apta para nuestro consumo.

Del alimento original no queda apenas nada cuando compramos un alimento industrializado, oculto tras envases, estabilizantes, saborizantes y todo tipo de ingenios para cambiar sus características. Y es que la apariencia vende, ya que habitualmente valoramos más los escasos segundos que empleamos en paladear los alimentos que las horas que se necesitan para digerirlos, absorberlos y asimilarlos. Y tampoco pensamos en la relación absolutamente directa entre lo que comemos y cómo es y cómo reacciona nuestro cuerpo.

Esta capacidad de digerir cualquier cosa y que nos ha permitido sobrevivir en cualquier clima y adaptarnos a casi todo a lo largo de nuestra historia, tiene sus consecuencias y está directamente asociada a la aparición de las llamadas “enfermedades de la civilización”. Estas modernas enfermedades siempre van acompañadas de un modo de vida y alimentación artificiales. Los biólogos y genetistas saben que nuestros cuerpos podrían vivir entre 130 y 150 años. Las causas de que nuestra esperanza de vida sea 50 o 60 años menor son variadas, pero una de ellas es la alimentación totalmente desviada de lo natural.

Posiblemente ésta es la experiencia humana que tenemos que vivir y en ella tenemos todo lo que necesitamos aprender, de modo que lo dicho no es ningún llamamiento a la sublevación. Nosotros tenemos la llave para la libertad y de nosotros depende utilizarla o no. La diferencia con los animales es que ellos no tienen esta posibilidad. Podemos hacernos conscientes de nuestra situación y de las repercusiones que tiene en nuestra salud y entonces podemos elegir.

Sensibles de algún modo a esta situación, surgen dietas como el vegetarianismo, veganismo, crudivorismo, frugivorismo, higienismo, la alimentación que recomendaban los esenios, etc., en un intento de reconectarnos con el orden natural. Son dietas minoritarias, criticadas y, por qué no decirlo, de las que frecuentemente la mayoría se burla. Posiblemente más burla cuanto más “animal de granja” somos…

Os animamos a considerar el tipo de pienso con el que llenamos nuestras neveras y nuestros estómagos. No es necesario comer sofisticadamente, cuanto más elaborado está un alimento, más destruidos están todos sus nutrientes y su energía vital. Sencillamente se trata de ir recuperando una forma natural y simple de comer, con alimentos lo más naturales posible y lo menos procesados posible.

Para cuidarse, no es necesario complicar las cosas, sino simplificarlas.

Fuente: La Eco (http://www.laeco.net/) (marzo 2009)