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Ver la versión completa : "Que escape, que escape" artículo de Esteban Peicovich



Pitusa Gatz
29-oct-2008, 09:40
Hoy he leído este artículo del poeta y periodista argentino Esteban Peicovich y quería compartirlo con vosotros porque me ha parecido muy bueno:

http://www.peicovich.com/wp-content/uploads/2008/10/efe_2-_rel.JPG

Es que no juega: la quiere matar. Joven, nepalí, culto, tal vez universitario, y fijensé lo que se propone. Vean lo que pasa cuando a uno “le hacen la cabeza” de chico: quiere atrapar a la cabra para matarla. Para eso la compró en el mercado. Y no para comérsela. El pánfilo cree que si la degÜella quedará bien con Durga, diosa que (supone) “trae” la felicidad. No a las cabras, claro: el día del Festival Dashain se produce un genocidio de cabras y bien pocas quedan en el país. De improviso, en un primer vistazo (a usted tal vez le pasó) la escena motiva una sonrisa de simpatía. Lo que prueba que a veces, por sí sola, una imagen lo lleva a uno a cualquier parte. Es cierto que hay fotografías que valen por mil palabras. Pero también lo es que otras pueden ser interpretadas por su mera superficie visual. Como aquí. Pues ni soñar con nepalí simpático jugando con cabra arisca. Aquí no hay juego (a lo sumo el de la vida que se juega la cabra) ni simpatía. Si la agarra, la pobre caerá en la degollina ritual del festival Dashain un rato después. Por eso la asedia el nepalí. Y la cabra huye. El miedo está en sus ojos. Como tras la sonrisa del nepalí un propósito criminal sin culpa alguna.

Esta escena mínima (un hombre, una cabra) se enmarca en el drama colectivo que desde siempre protagoniza el mandamás de los primates (el humano) y la inmensa y variada zoología que (perdido el Paraíso) embarcó en el Arca y se crió y procreó en tierra. Siempre en condición de amo y señor. Una jerarquía que (cultísimos en el mejor sentido del término) no practican los jíbaros, quienes mantienen relaciones sociales (sic) con plantas y animales. Para ellos, un papagayo o un magnolio, una araña o una mandioca merecen trato de personas. Los jíbaros, como muchas otras etnias poco conocidas y dispersas en recónditos paisajes de la tierra, no son dualistas. En su trato con el alrededor que comparten, no se restan. Viven sin desprenderse de lo real, sin hacer distinción entre naturaleza y cultura. Para un amazónico o un africano el poseer formato de hombre no da singularidad. El acto de salir de caza lo asumen como relación social entre ellos y los animales que traerán de regreso. Y esto no es lo que sucede con nuestra cabra fugitiva y el nepalí acosador.

En la sociedad selvática, o de la pradera, se desconce la crueldad. Cazador, antílope, lagarto, corza, circulan por una cinta cuya dirección no pueden modificar. Nosotros (que sí) perfeccionamos la paradoja de vivir la animalidad con humor, y al hacerlo ocultamos una humanidad hipócrita. Esopo nos retrató en el espejo de sus fábulas. Fedro, La Fontaine, Samaniego, Maria Elena Walsh situaron nuestras conductas en los “dobles” zoológicos para que por efecto paradojal aprendiéramos a corregir “animaladas”. Hacerse el oso, quedarse mosca, correr la liebre, hacer la del avestruz, actuar como gusano, andar pato, cambiar como el camaleón, son tules de engaño. Vaya el mega repertorio que tendrían los animales de poder urdir fábulas basadas en nuestros vicios.

La ciencia sostiene todavía el anestésico sofisma de que somos un animal superior. Además de “racista” la proclama es cínica. Intenta encapsularnos en el limbo de creer que somos lo mejor. Sin embargo es por nosotros que en la Tierra viene sucediendo “lo peor”. Inventor de la picana, del misil “inteligente”, productor de éxodos gigantes, el hombre no solo extermina al hombre. También ballenas, focas, perros, cerdos, chinchillas, vacas, hipocampos, mariposas o sea lo vivo y coleando ingrese en su área de influencia. Aún con máster de la Sorbona igual se meterá en Kenia a cazar el pajarraco que se le ocurrió. O siendo universitario nepalí, en el día de la diosa Durga, despertará, desayunará, afilará un cuchillo “de esos” y saldrá a interceptar a la cabra mártir. Nos queda la esperanza de que haya escapado. Y que el nepalí tope un día con la cita "Los animales son mis amigos.Y yo no me como a mis amigos”, de Bernard Shaw. Y la entienda, claro.

http://www.peicovich.com/2008/10/27/que-escape-que-escape/