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nitta
01-oct-2008, 16:39
Bueno...allá va, dejo mi "relato de terror" para lengua (ya me estoy poniendo pesadita), Lo cierto es que no creo que nadie se atreva a leerlo hasta el final...pero bueno, por si le interesa a alguien xD:





La civilización del terror

Abrí por primera vez los ojos al mundo que me esperaba. Oscuridad, frío, muerte, angustia, miedo...eso fue lo que vi. Esa sería mi vida en el reducido cajón de cemento en el que me encontraba ¿Habrá vida más allá de los altos muros de cemento blindado? ¿Habrá allá afuera más luz que la de la las irritantes bombillas?-se pregunta el pequeño cerdo entristecido. No sabe del mundo ni de lo que le han privado. ¡Pobre animal aislado que nunca conocerá la vida! Jamás podrá sentir la brisa fresca, jamás reconocerá el día o la noche encerrado en aquel mundo plomizo, jamás acariciará su lomo el sol cálido de primavera, o recorrerá libre los vastos y verdes campos. Jamás podrá, en definitiva, disfrutar ninguno de los objetos de su existencia, ya que aquellos esclavos, aquellos proscritos desheredados de la Tierra están muertos para el mundo salvo como simples trozos de carne.-

Soy el tercer cerdito de una nueva y triste camada. Otros de mis hermanos menores yacen en el suelo, devorados por las moscas. Ellos eran más débiles, y fueron golpeados contra el suelo por uno de nuestros carceleros humanos hasta su muerte: no eran productivos.
Mi madre se encuentra enclaustrada entre barrotes que le impiden moverse, estirarse o levantarse, ya que la comida sale cara y un menor gasto de energía significa un ahorro económico para los humanos. Como a mi mamá no la crían para vender su carne, si no para ser una máquina de hacer cerditos, los humanos sólo le permiten comer la cantidad estrictamente necesaria para que sobreviva. Este es ya el quinto embarazo que le obligan a soportar y no resistirá mucho más tiempo. A veces grita dolorosamente y se sacude intentando liberarse. A veces se golpea la cabeza contra la pared intentando poner fin a su desgracia y cae al suelo inconsciente, pero sólo consigue hacerse daño, pues nunca la dejarán escapar.
Pasaban los días, monótonos e interminables en aquel extraño calabozo. El suelo estaba cubierto de excrementos sobre los que nos veíamos obligados a tumbarnos. Cerca de nosotros aún permanecían algunos de los cadáveres putrefactos de nuestros hermanos y todo ello creaba una atmósfera pesada e irrespirable, un hedor insoportable que junto con el amoníaco y el polvo en el aire nos provocaban numerosas enfermedades respiratorias.
Cierto día un ruido inusual irrumpió nuestro sueño, y entre las sombras una figura humana se llevó a mi madre, golpeándola fuertemente para obligarla a moverse.

-¡Mamá, mamá!, Por favor, ¡no me dejes!- lloraba desconsolado.

Otros humanos fueron llevándose a mis hermanos y pronto me encontré sólo, perdido, en medio de aquel lugar nauseabundo sin comprender que sucedía. Pero no duró mucho tiempo, ya que poco después yo también fui llevado con ellos. Podía escuchar sus agudos chillidos de dolor pidiendo clemencia mientras atravesaba cegado por la luz largos pasadizos inmundos, mientras un humano me trasladaba a aquella sala de dolor.
Antes de que fuera agarrado por mis patas traseras pude distinguir varios rabos amputados y trozos de dientes, así que intuí que destino me esperaba. Las tenazas afiladas brillaban amenazantes, manchadas de sangre fresca en las manos de aquellos humanos indiferentes a mi dolor y la resistencia era inútil.

Tras aquella dolorosa amputación fui trasladado a una nave mayor, pero, sin embargo, con menor espacio, ya que me encontraba hacinado con cientos de machos como yo, igual de confusos, igual de asustados, que luchaban por encontrar alguna solución lógica a aquel trato cruel e ilógico por parte de aquellos seres de dos patas. Nuestras hermanas fueron encerradas en jaulas como las de nuestras madres, y allí obligadas a fabricar más y más cerditos para ser torturados.

Pasaron los días, las semanas, los meses...y los gritos de dolor y gemidos desgarradores de mis compañeros fueron apagándose, al igual que las numerosas heridas, tumores, úlceras, abscesos, lesiones, quistes, abrasiones, patas hinchadas, colas mordidas y peleas se convirtieron en algo ordinario. También nos habíamos acostumbrado a las drogas que nos inyectaban para hacernos engordar, a los ocasionales chuzos eléctricos que nos suministraban para demostrar su autoridad, y a que nuestras vidas transcurrieran siempre hacinados entre aquellas tristes paredes. Quizás las esperanzas ya se hubieran borrado, y comprendiéramos al fin que la libertad es un lujo que nunca estará a nuestro alcance. Quizás desistiéramos al fin de escapar de esta vida miserable que ya había sido escrita por algún comensal despiadado. Quizás, también, muchos enloquecieran al no poder soportar esta cruda y abusiva realidad, devorando a sus compañeros, reaccionando ante estímulos ficticios o recogiendo paja imaginaria para escapar de aquellas condiciones insoportables...

Cierto día, al fin, llegó nuestra hora. Caía ya la noche cuando nos trasladaron, cuando nos separaron para siempre. Aterrados, nos despedimos de los que se alejaban y dificultosamente, ya que a penas podíamos andar después de estar encadenados y apretujados durante tanto tiempo, subimos al camión, nuevamente hacinados. Algunos de mis compañeros se quedaban atrás o caían al suelo agotados, por lo que fueron golpeados y electrocutados. Uno de mis hermanos no pudo soportarlo y se desmayó. “¡Muévete, maldito hijo de puta! Más te vale aguantar hasta el matadero, ¡te venderé aunque sea como comida para perros!” le gritaba uno de nuestros granjeros, mientras le asestaba numerosas patadas para levantarlo.
La gran puerta de hierro volvió a cerrarse, ocultando de nuevo aquel triste calabozo a ojos de los humanos para no hacer mella en sus conciencias, resguardando así las pruebas del delito de nuestras vidas.

Éramos demasiados. Algunos quedaron debajo siendo pisoteados por sus compañeros. Unos pocos afortunados pudimos descubrir aquel misterioso mundo entre las estrechas rendijas. Descubrí aquel cielo a lo lejos, eterno, rojo, anaranjado, libre. Aquella enorme bola de fuego que desaparecía en la tierra infinita. Lloramos de angustia ante la verdad oculta, ante aquel reino misterioso que había estado tan cerca de nosotros y del que se nos había privado...pero esto fueron apenas vagas miradas de admiración y despedida, bellas imágenes entre las tablillas mohosas, entre pisadas y empujones de nuestros nerviosos compañeros. Todos conocíamos nuestro destino, aquel maldito destino.
Atravesábamos también largas carreteras en compañía de otros vehículos. Algunos humanos de los que iban dentro nos miraban con pena, con indiferencia, con desprecio, o directamente no querían mirarnos. Una cría de humano me observó fijamente. “Oh, papá, mira esos pobres cerditos”-dijo mientras masticaba gustosamente un sándwich de jamón.

Llegamos por fin al matadero, a aquel sangriento edificio alicatado en el que seríamos “transformados” en salchichas y jamones. Una fila interminable de cerdos como yo avanza con dificultad hacia su triste final. Pude distinguir al fondo uno de los ayudantes de matarife sujetando unas grandes pinzas eléctricas con las que acabarían con nuestras vidas. Se olía el miedo en la orina de mis compañeros, aterrados, negándose a avanzar, intentando huir de aquella terrible muerte, pero todo es en vano. Me empujan, y aquel extraño hombre me agarra y propicia una fuerte descarga. Siento que un inmenso dolor recorre y paraliza todo mi cuerpo, una corriente fría e insoportable, pero todavía continúo con vida cuando soy suspendido sobre mis patas traseras, agonizante. Un matarife se acerca y atraviesa mi garganta con un gran cuchillo, mi sangre drena persistente salpicando el delantal de mi asesino. Resuena el eco de mis gritos aterradores entre las paredes de aquella cámara de tortura, cada vez más apagados, cada vez más alejados mientras mi mente huye finalmente hacia algún lugar donde no hay tortura, donde no hay sangre. Un lugar en el que no hay “yo”, sólo tranquilidad...

Chillo y opongo resistencia...por última vez...

aaaxxx
01-oct-2008, 17:00
juer, me he puesto a llorar. escribes muy bien, de verdad. independientemente de la temática que me toca en el corazón.

sin_ozono
01-oct-2008, 17:06
No está nada mal. Con cuatro retoquillos podrías difundirlo. Aunque me imagino que la gente se reirá, muy pocos son lo suficientemente sensibles para captar la fuerza del mensaje de tu relato.

Saludos

erfoud
01-oct-2008, 17:18
Muy bueno, Nitta!
Si me permites una sugerencia, yo añadiría una última escena: en la mesa de un restaurante cualquiera, un niño exulta: ¡Qué bueno está el bocata de jamón, mamá!

apersefone
01-oct-2008, 17:19
Nitta!
Me ha gustado, pero no he podido evitar ponerme a llorar leyéndolo :(
qué bien escribes!
Sería bueno que lo firmes con tu nombre para poder difundirlo (con tu permiso claro).
A ver si algunos carnívoros se sensibilizan algo.

aaaxxx
01-oct-2008, 17:27
Muy bueno, Nitta!
Si me permites una sugerencia, yo añadiría una última escena: en la mesa de un restaurante cualquiera, un niño exulta: ¡Qué bueno está el bocata de jamón, mamá!

jaja, qué bestia... pero así es y así hemos sido la mayoría casi toda nuestra vida!

nitta
01-oct-2008, 18:26
Ya había pensado en lo de poner el resultado final de "la transformación" (no sé como llamarlo :#)
pero no sé como enlazarlo, como cambiar tan drásticamente de escena sin que choque demasiado :S, alguna sugerencia? xD

Mowgli
01-oct-2008, 18:37
A mi también se me han saltado las lágrimas.
Creo que el final está bien tal cual, justo en el momento del asesinato, en lo más trágico de la narración, añadir un párrafo después le restaría un poco de impacto.

¿Tienes que leerlo en público?
Cuénta que tal reaccionan tus compañeros,eh?