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Ver la versión completa : Los Papalagi



Snickers
01-oct-2008, 15:38
Bueno, pues yo os quiero invitar a leer Los Papalagi. Discursos de Tuiavii de Tiavea, jefe Samoano

No me he podido resistir ya q me parece, tal y como ha dicho Erfoud, una preciosidad


Espero q os guste

erfoud
01-oct-2008, 17:12
¿A que sí, Snickers? Da muuuuuucho que pensar....¿dónde está la calidad de vida? ¿En samoa? ¿En Nueva York?

Snickers
01-oct-2008, 19:26
Sí, es q dan ganas de emigrar a Samoa, ciertamente

erfoud
01-oct-2008, 20:16
Bueno, tampoco es cuestión de idealizar a las sociedades preindustriales. LO del "buen salvaje" feliz en un vergel, en armonía con su entorno no pasa de ser un mito. Es que tampoco mola una vida a merced de los elementos, donde cualquier enfermedad puede segarte la vida, donde abunda la crueldad y apenas se respeta la vida y la dignidad y donde los adelantos más básicos en una sociedad occidental brillan por su ausencia. Desde mi perspectiva urbanita, me resultaría como mínimo insólito concebir la vida sin electricidad, frigo...
Mi ideal está en un sabio y bien medido eclecticismo: tratar de adoptar lo que de bueno tiene cada estilo de vida. Claro que dicho así parece tan fácil...

sujal
01-oct-2008, 20:37
Nada erfoud, déjate ahora de puntualizaciones y ponte el taparrabos coñe!
Hay que apartarse de todo lo que nos estorba y gozar la libertad... arggggg!;)

Snickers
01-oct-2008, 23:19
Jajaja, Erfoud, q claro esta el termino medio estaría bien. Pasa q entre el occidente q él describe y la Samoa comunitaria (en la cual no se si abunda la crueldad y apenas se respeta la vida y la dignidad) como la q me gusta intuir de lo q este jefe puede transmitir uno igual elegiría Samoa. Pero la Samoa de Tuiavii de Tiavea. Aunq veganizada en la medida de lo posible

Otra cosa es construirnos ese termino medio por acá, q también es posible. Q como dice Sujal la libertad esta por gozar

En cualquier caso a la hora de alimentarnos estamos a merced de los elementos


Bueno, extraigo unas muestras del texto:



Mis hermanos de piel luminosa, todos nosotros somos pobres. Nuestra tierra es la más pobre de todas las tierras bajo el sol. No tenemos suficiente metal redondo o papel tosco para llenar ni siquiera un cofre. De acuerdo con las normas de los Papalagi somos desdichados mendigos. Y todavía, cuando miro a vuestros ojos y los comparo con aquéllos de los ricos allí, encuentro los suyos cansados, mortecinos y perezosos, mientras que los vuestros brillan como la gran luz, emitiendo rayos de felicidad, fuerza, vida y salud. Sólo he visto ojos como los vuestros en los niños de los Papalagi, antes de que puedan hablar. Porque antes de esa época no tienen todavía conocimiento del dinero.


Hay tantas cosas dentro de una choza europea, que si cada hombre de un pueblo samoano se llevase un brazado, la gente que vive en ella no sería capaz de llevarse el resto. En cada choza hay tantos objetos que los caballeros blancos emplean muchas personas sólo para ponerlos en el sitio que les corresponde y para limpiarles la arena. Incluso las taopou de alta cuna emplean gran cantidad de su tiempo en contar, rearreglar y limpiar todas sus cosas.

Snickers
02-oct-2008, 01:30
sobre la fabricación industrial (máquinas)


Por eso todos sus milagros tienen una débil mancha en alguna parte y no existe una simple máquina que no necesite un cuidador o un conductor. Y todas ellas llevan una oculta maldición en su interior: una máquina puede hacer toda clase de cosas con sus fuertes manos, pero durante su tarea devora todo el amor que está presente en las cosas que hacemos con las nuestras. ¿Qué me importa una canoa que está fabricada para mí por una máquina, una fría máquina sin vida, que no es capaz de hablar sobre su producto, que no sonríe cuando el producto está acabado y que no puede llevar ese producto hasta su padre o su madre para que lo admiren? ¿Sería capaz de amar a mi canoa como ahora la amo, si una máquina pudiera hacerme otra en cualquier momento, sin mi intervención? Ésta es la gran maldición de la máquina: los Papalagi no aman ya nada porque la máquina puede hacerles algo nuevo en cualquier momento. Tienen que alimentarla con la sangre de su propia vida para recibir a cambio sus milagros sin corazón.

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Cuando camino puedo ver todo mejor y mis amigos me invitan al interior de sus cabañas. Alcanzar tu destino con rapidez es rara vez un beneficio real. Los Papalagi siempre quieren llegar al destino de sus viajes rápidamente. La mayoría de sus máquinas no tienen otro propósito que el rápido transporte de la gente. Pero cuando llegan al final de su viaje quieren inmediatamente seguir con otro. De esta forma los Papalagi corren agitadamente por la vida, perdiendo cada vez más la habilidad de caminar y correr, sin atrapar nunca sus destinos; el destino que viene a nosotros sin nosotros ir a buscarlo.



El cine






¡Los locales de la pseudovida! No es fácil describiros un sitio semejante, esa especie de lugar que el hombre blanco llama cine; describirlo de tal modo que os dé una imagen clara. En la comunidad de cada pueblo, por toda Europa, tienen como un misterioso lugar, un lugar que casi hace soñar a los niños y llena sus cabezas de deseos ardientes.

El cine es una gran choza, mayor que la más enorme de las cabañas de un jefe de Upolu; sí, mucho, mucho más grande. Allí está oscuro, incluso durante el día, tan oscuro que nadie puede reconocer a su vecino. Cuando llegas te quedas cegado y cuando lo dejas lo estás aún más. La gente anda de puntillas en el interior, buscando, tanteando el camino a lo largo de la pared, hasta que una doncella viene con una centella de luz en su mano y les conduce a un lugar que está todavía sin ocupar. Hay allí un Papalagi estrechamente próximo a otro, sin verse los unos a los otros, en una habitación oscura del todo y llena de gente silenciosa. Los presentes se sientan en unos tablones estrechos que están frente a una peculiar pared.

De la parte más baja de la pared se levantan un zumbido y un fragor fuerte, como si emergiera de un hondo barranco, y cuando vuestros ojos se han acostumbrado ya a la oscuridad, puedes ver a un Papalagi luchando con una caja. Él golpea con sus manos, con los dedos extendidos sobre las numerosas, pequeñas lenguas blancas y negras, que gritan cuando son golpeadas, cada una con su propia voz, dando como resultado los salvajes y alborotadores ruidos de una riña de pueblo.

Una confusión así tiene que narcotizar y engañar a nuestros sentidos, de modo que creamos las cosas que veamos y no dudemos de la realidad de las cosas que están sucediendo. Justo enfrente de nosotros un haz de luz golpea la pared como si la luna llena brillara sobre ella, y en ese resplandor va apareciendo gente; gente real, que se parece y viste como un Papalagi normal. Se mueven y caminan, se ríen y saltan exactamente igual a como lo hacen por toda Europa. Es como la luna reflejándose en la laguna. Podéis ver la luna, pero en realidad no está allí. Así es como sucede con esas imágenes. La gente mueve sus labios y juraríais que están hablando, pero no puedes oír ni una sílaba. No importa cuán atentamente escuches, y esto es horrible. No puedes oír ni una palabra. Es ésa probablemente la razón por la que el Papalagi golpea en la caja como lo hace. Quiere dar la impresión de que no puedes oír a aquella gente a causa del alboroto que hace. Por eso aparecen de vez en cuando letras en la pantalla, letras que enseñan lo que el Papalagi acaba de decir o va a decir.

Pero aún esa gente son pseudogente y no son reales. Si intentarais agarrarlos, averiguaríais que están completamente hechos de luz y es imposible ponerles la mano encima. La única razón para su existencia reside en que muestran al Papalagi su propia alegría y tristeza, su necesidad y debilidad. De este modo el Papalagi puede ver de cerca a los más bellos hombres y mujeres. Pueden ser silenciosos, pero él todavía puede ver sus movimientos y la luz en sus ojos, puede imaginarse que le miran y hablan con él.

Periódicos



Todo lo que sucede y ocurre, las cosas que la gente hace y deja de hacer, se hace público. Sus buenos y malos pensamientos, si matan un pollo o un cerdo, si construyen una canoa. Nada sucede en el país sin que sea inmediatamente repetido por los «muchos papeles». El Papalagi llama a eso «estar bien informado». Quieren saber todo, absolutamente todo, lo que sucede en su país. Del amanecer al ocaso. Se ponen furiosos cuando algo escapa a su atención. Ellos todo lo absorben, aun cuando se mencionen toda clase de cosas nauseabundas y espantosas, cosas que es mejor que sean pronto olvidadas para conservar la mente sana. Precisamente esas escenas horribles, en las cuales la gente se hiere, son reproducidas más exactamente y con mayor detalle que las escenas agradables, como si no fuera mejor y más importante relatar las cosas buenas y no las malas.

Pero el mayor mal que los papeles hacen en nuestras mentes no reside en sus relatos, sino en sus opiniones; opiniones sobre los jefes, sobre los jefes de otros países, y sobre el hacer de la gente y qué es lo que sucede. Los papeles tratan de modelar cada cabeza a una forma, y esto se opone a mis creencias y a mi mente. Quieren que todo el mundo comparta su cabeza y sus pensamientos y saben cómo llevar eso a cabo. Cuando habéis leído los papeles por la mañana, entonces sabéis exactamente lo que cada Papalagi lleva en su cabeza por la tarde y qué es lo que está pensando.

El papel es también una especie de máquina, fabricando cada día muchos pensamientos, muchos más de los que una cabeza normal puede producir. Pero la mayor parte del tiempo hace pensamientos débiles, carentes de dignidad y fuerza. Llenan nuestras cabezas con arena. Los Papalagi llenan sus cabezas hasta el borde con tan inútil papel comida.

Libros


Del mismo modo, tanto pensamiento como sea posible es embutido en las cabezas de los niños. Se les fuerza a digerir cierta cantidad de esteraspensamiento cada día. Sólo los más sanos desechan de nuevo estos pensamientos inmediatamente o los dejan hundirse a través de un colador. Pero la mayoría de ellos sobrecargan sus cabezas con pensamientos de tal modo que ni un punto se deja abierto y ya jamás puede entrar un rayo de sol. A esto se le llama «educación» y es una cosa muy difundida.

Educación significa llenar la cabeza hasta el borde con conocimiento. Un hombre educado sabe lo alta que es la palmera, el peso de un coco, los nombres de todos los grandes jefes y cuántas guerras han hecho. De cada río, animal y planta sabe el nombre. Sabe todo, todo. Cuando le haces a un hombre educado una pregunta, disparará la respuesta directa hacia ti, antes de que puedas cerrar la boca. Su cabeza siempre está cargada con munición, lista para una salva. Cada europeo usa la mejor parte de su vida en transformar su cabeza en un rápido cañón de fuego. Al que trata de no cooperar lo fuerzan a hacerlo. Cada Papalagi debe saber y debe pensar.

La oscuridad


Tal como he dicho, los Papalagi nos han traído la luz que se ha asentado en nuestros corazones ardientes y ha llenado nuestros sentidos de felicidad y gratitud.

Ellos recibieron la luz más pronto que nosotros. Los Papalagi conocían la luz incluso antes de que el más viejo entre nosotros hubiese nacido. Pero el Papalagi únicamente sostiene la luz en sus manos extendidas para dejarla brillar sobre otros; pero él mismo, su cuerpo, está toda vía en la oscuridad, y su corazón está lejos de Dios. Aun cuando él nombra a Dios con su boca, cuando la luz que lleva esté en sus manos. Nada es más difícil y llena mi cabeza de mayor pesar que tener que deciros esto. Pero no podemos ni queremos ser cegados por los Papalagi; de otro modo nos arrastrarán a su oscuridad. Ellos nos trajeron la palabra de Dios, pero fallaron al entender sus mensajes y enseñanzas. Con sus manos y bocas lo hicieron, pero no con sus cuerpos. La luz no les ha penetrado a pesar de brillar por fuera e iluminar todo a su alrededor. Una luz que algunas veces es llamada «amor».

holly_golightly
02-oct-2008, 20:31
Hay una obra de teatro super divertida de Paloma Pedrero basada en esa tribu, y el libro se llama "La isla amarilla".